En el colegio Darlington, en la periferia de Sídney, la naturaleza y la rica cultura indígena forman parte importante del día a día de los niños y de su aprendizaje. Amplios ventanales vuelcan las aulas al entorno y una gran colección de obras de arte aborigen adorna las paredes del vestíbulo y las clases. Se trata de reforzar la idea de comunidad y de pertenencia, dos aspectos que transforman para bien la manera de aprender de los chavales. Diseñada en colaboración con la consultora educativa New Learning Environments, la escuela cuenta con aulas adaptables que fomentan la colaboración y la integración. Estos espacios favorecen "un aprendizaje activo, en silencio y al aire libre, creando una atmósfera segura y acogedora que aprovecha al máximo la luz y la ventilación natural", apuntan desde fjcstudio: responsables del proyecto.
Un diseño inclusivo que respeta y reconoce los diferentes orígenes de los niños
Apuntan los arquitectos que el concepto de 'conexión con el país' ha sido primordial en el diseño y se ha desarrollado consultando con ancianos aborígenes, artistas y el Aboriginal Art Group. ¿Dónde se refleja esa colaboración? En la inclusión de plantas, obras de arte y narraciones indígenas por todo el colegio. Hay códigos QR con los que se pueden ver historias del territorio y las plantas locales, "transformando la escuela en un aula viva donde la cultura y el medioambiente están entrelazados".
Esta cuidadosa integración de los valores culturales convierte a la escuela en "un poderoso ejemplo de aprendizaje basado en el entorno". Además, esa cultura integradora, clave en el diseño, reconoce y respeta los diferentes orígenes familiares y culturales de los niños.
El jurado del World Architecture Festival encargado de otorgar el premio, ha asegurado que "el proyecto incluye los puntos de vista y la experiencia de la comunidad local y una variedad de usuarios (…). El resultado es poético, un edificio en el que topografía y paisaje, interior y exterior, forma y materiales, fluyen a la perfección de un modo inesperadamente delicioso. También es una propuesta inspiradora sobre el reconocimiento y la reconciliación de las diferencias históricas, un indicador de futuros mejores y más brillantes para todos".
Un interior fluido y un exterior que invita a explorar
Desde fuera, en la entrada principal, el ladrillo refleja el contexto residencial e industrial en el que está el colegio. En la fachada trasera, volcada al patio y los jardines donde juegan los niños, destaca una pantalla curvilínea de metal perforado que establece un diálogo entre el interior fluido y orgánico y las zonas de juego y jardines al aire libre. En general, la escuela se ha transformado radicalmente y en cada espacio, exterior o interior, se percibe esa atmósfera segura y acogedora que fomenta un sentido de pertenencia que aquí se valora especialmente.
Nada se ha perdido o dejado al azar. Los arquitectos fotografiaron los murales indígenas pintados en las paredes del edificio original para conservarlos como referencia y, así, luego volverlos a pintar en la nueva escuela. Las futuras generaciones de estudiantes conocerán (y respetarán) su historia.
El diseño paisajístico "integra la naturaleza con el aprendizaje, creando aulas dinámicas al aire libre que incluyen asientos a la sombra, jardines y zonas abiertas que invitan a los chicos a explorar el entorno, apoyando así actividades de concienciación medioambiental y fomentando un aprendizaje práctico".