Reformar una oficina en un edificio histórico de Antonio Lamela sin desvirtuar el proyecto original de 1964 pero aprovechando todo lo que había en la antigua notaría, reformada con poco cariño a principio de los 90.
Esa es la tarea que se impuso hace unos meses el diseñador madrileño Lucas Muñoz para la murciana Sancal. Las hermanas Esther y Elena Castaño, segunda generación de esta firma que nació especializada en mueble tapizado hace más de 50 años en un garaje de la mano de su padre, buscaban por Madrid un lugar singular y no a pie de calle para mover su showroom de Madrid. Dieron con este piso en lo que fue el primer edificio de oficinas de Madrid en los años 60, en una España recién salida de la autarquía.
Antonio Lamela y O'Donnell, 34
Antonio Lamela imaginó una obra sofisticada, con una fachada de planos fragmentados para dejar pasar más luz, y con muchos detalles nipones, pues como contaba su hijo Carlos, acababa de llegar de un viaje a ese país. De ahí salieron las falsas grietas en el mármol de los paramentos del interior del portal y junto a los ascensores, o el estanque con piedras de granito de la entrada. “Que llegó a tener peces, pero mi padre decidió dejar sin agua pasado un tiempo porque la gente tiraba colillas y cosas”.
“Encontrar una joya como O’Donnell 34 fue una suerte y desde el principio tuvimos claro que era fundamental devolverle su esencia original, despojándola de todo añadido posterior. Por otra parte, nos parecía importante contar lo que había pasado y ser responsables con la reutilización de los residuos que una obra así pudiera generar. En este punto, nos pareció fundamental contar con alguien como Lucas”, cuentas las hermanas Castaño.
Muñoz, radical y poco convencional, lo primero que hizo fue ponerse en contacto con el estudio de Carlos Lamela para contar con su apoyo y parabienes en esta intervención, que en realidad ha supuesto volver al proyecto original. “Fue hacer un ejercicio de memoria histórica, mirar para atrás, dónde estamos metiendo los pies, y andar con mucho cuidado pues se trata de un espacio que eventualmente podría protegerse”, dice.
Quitar, reutilizar y hacer
A Sancal no les enseñó ningún render, solo llegó a hacer una maqueta para que entendieran por dónde iba, pues la obra ha ido desarrollándose y reformulándose de manera orgánica a medida que iban despojando el espacio de los añadidos y el diseñador veía las posibilidades de lo quitado e iba repensando su uso. Un modus operandi que necesita de un cliente arriesgado. “Nos encontramos con una obra hecha en los 80, más bien 90, con modularidad, prefabricados y acabados rápidos, La suerte es que estaba todo detrás, habían hecho una caja dentro de otra caja. A nivel de recuperación es maravilloso”, continúa.
Un verdadero laboratorio
“Primero desmontamos todo, lo clasificamos y, a partir de ahí, empezamos a trabajar”. Junto a Joan Vellvé, quien forma parte del equipo de Lucas Muñoz, descubrieron que el suelo técnico de madera aglomerada y melamina escondía el terrazo original en blanco negro de 100x100 con junta de latón, que se ha restaurado. Pero las plaquetas del mismo se han ubicado perimetralmente en el techo dadas la vuelta y bruñida la capa fina de aluminio que hacía de puente térmico y que ahora actúa como un reflectante de la luz tan importante para el proyecto original de Lamela.
Ese zócalo esconde también cableado y los viejos splits de aire, que se han quitado de las paredes y resultan invisibles. Los pies que soportaban estas losetas se han tuneado en percheros y la retícula de metálica que las soportaba en un sistema de estanterías modulares.
Las placas de fibra acústica y escayola del techo se han reconvertido en paneles decorativos que parecen una piedra estriada y reciben en la entrada. Todo ello se ha hecho en la misma obra, una manera de operar del estudio para minimizar impactos.
Por aprovechar, se han aprovechado hasta los enchufes existentes, las luces de techo, transformadas a LED, y los tubos fluorescentes conforman el cuerpo de unas lámparas esculturales en una sala de juntas que también es una cápsula del tiempo. “Zimenta me propuso dejar en medio un vestigio de lo que fue, así, acotadas por paredes un cerramiento de madera y cristal, se ve el suelo elevado y el techo acústico blanco”, explica Lucas.
El añadido a base de materiales nuevos son unos bastidores de madera de chopo que actúan de expositor de materiales, como biombo, generando pequeñas salas de reuniones y como acústico. Y una cocina de la misma madera que se abre como un food truck para los eventos.
Ayer se abrió este showroom solo abiertos a profesionales que ha sido todo un laboratorio de reforma con sostenibilidad y circularidad. Todo el proceso se ha documentando en un vídeo que será presentado en el próximo Madrid Design Festival.