Aulet en mallorquín alude al grupo de encinas que dejaban los payeses de Mallorca como alimento y refugio para el ganado cuando talaban el bosque para cultivar la tierra. “Una versión reducida de la dehesa extremeña que tiene algo de arquitectura primordial; esa noción de cobijo es como una primera casa”, señala Francisco Cifuentes (1977).
El término da pistas de cómo él y Sebastià Martorell (1981), ambos de Palma y al frente de Aulets Arquitectes, conciben su oficio: algo indesligable del territorio. El estudio funciona desde 2002, cuando Cifuentes empezó a firmar sus primeros trabajos como arquitecto, pero tomó su nombre actual en 2012, cuando Martorell se incorporó.
Llevar al límite
Piedra, tierra y madera es la terna básica con la que Aulets da forma a sus edificios; “son los materiales que caracterizan la tradición constructiva de Mallorca”, justifica Cifuentes. Ellos los utilizan de una forma despojada, sin maquillaje alguno.
Esa simplicidad en realidad esconde una profunda conceptualización: detrás está la idea de coger un material y llevarlo al límite. “Con esa desnudez es suficiente y aún tenemos mucho camino por recorrer”. Pone como ejemplo la Lonja de Mallorca, el máximo exponente del estilo gótico civil en la isla –que, por cierto, fue el tema de su tesis doctoral–: en ella su autor, Guillem Cabrera, utilizó solo piedra arenisca. “Cuanta más restricciones hay, más materia gris entra en juego”.
Esta reflexión sobre qué se puede hacer con los materiales que se tienen a mano cuando se profundiza en su conocimiento la están trasladando ahora a su proyecto Amarar de muebles de madera, con los que buscan un nuevo modelo de producción que cuide los recursos forestales locales a la vez que resucite el viejo oficio de carpintero.