Francesca, neoyorkina, y Mateo, de raíces peruanas, viven en esta casa con sus dos hijos pequeños. Se trata de un bonito loft completamente renovado en un elegante estilo industrial; con columnas de madera vista, techos altos con mucho encanto y las instalaciones vistas. Situado en el barrio de Chelsea, en Manhattan, muy cerca de la High Lane (un lugar perfecto para pasear en familia), en este hogar los detalles son fundamentales y cuentan la historia de sus dueños.
Un loft con encanto industrial enclavado en un edificio de 1920
Como en los loft de las películas, al piso se accede por un ascensor para el que se necesita una llave. Al entrar, llaman la atención sus techos altos (3 metros) y la amplitud de la zona de día.
Las columnas de madera adornadas con capiteles de hierro fundido, que recuerdan el pasado industrial de la ciudad y son un clásico de los emblemáticos loft neoyorquinos, añaden muchísimo encanto al espacio. "Las columnas, que se han recuperado con cuidado –se han retirado capas de pintura y se les ha aplicado un tinte para atenuar el tono anaranjado de la madera–, añaden carácter y son también testimonio de la rica historia del piso, ofreciendo una visión de su pasado como lugar creativo en innovador", apunta la interiorista, Chris McGovern, fundadora del estudio McGovern Project.
Una vivienda que conserva elementos originales integrando las comodidades modernas
Sobre qué atrajo de la vivienda a los propietarios, la interiorista asegura que lo fundamental fue que el loft fuera un lienzo en blanco, así como la amplia zona común que ofrecía y en la que nos centramos en este reportaje. "Querían mantener el encanto original del espacio e integrar al mismo tiempo las comodidades de la vida moderna. Esto se ha conseguido dando protagonismo a las columnas y vigas de madera originales y los capiteles de hierro fundido, que son la quintaesencia de los loft neoyorquinos, y deshaciéndose de otros elementos como el suelo de madera, que claramente estaba anticuado".
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Un amplio espacio común con unos bonitos suelos de roble blanco
"Los loft suelen plantear algunas limitaciones para dar forma a espacios con acceso a ventanas y luz natural", dice McGovern, que comenta que el apartamento se estrechaba en la parte trasera y que contaba con ventanas orientadas al este que permitieron "explorar varias distribuciones". Junto con el arquitecto Eugene Khananov, se ha diseñado una vivienda que, además del generoso espacio común, cuenta con tres dormitorios, dos cuartos de baño completos, un despacho y un lavadero. La interiorista destaca que "todas las habitaciones cuentan con abundante luz natural y que gracias a una estudiada distribución se ha conseguido que ninguno de los espacios resulte encajonado".
Una decoración con delicados detalles que remiten a las raíces de los propietarios
La decoración destaca por la cuidada elección de una paleta de colores y materiales atemporal. Los suelos de roble blanco europeo, las molduras de color blanco (Benjamin Moore Chantilly Lace) y las puertas interiores en negro (Benjamin Moore Onyx) dan forma a un espacio elegante, pero que al mismo tiempo resulta fresco y que se completa con los toques de verde oliva que salpican toda la casa y se hacen eco de las raíces peruanas de Mateo; concretamente de los exuberantes y verdes valles que trufan la geografía peruana. Los tejidos también son clave. En el salón, por ejemplo, se ha elegido una alfombra de sisal apta para interior y exterior que es perfecta para aguantar el intenso trote que soporta la casa.
"El diseño parte de la voluntad de preservar el encanto de este antiguo loft al tiempo que tratamos de infundirle un toque contemporáneo que incorporara la herencia cultural de sus habitantes", afirma McGovern. En el caso de Francesca, que ha crecido en Manhattan, eso se refleja en su gusto por ambientes abiertos en los que hay sitio para pinturas y esculturas. "Simplificamos la decoración del espacio, despejándolo para asegurarnos de que cada pieza, ya fuera una lámpara, un mueble o cualquier otro objeto, pudiera apreciarse como corresponde", comenta McGovern.
Una mesa de billar y el lavadero, dos decisiones que reflejan la personalidad de los clientes
Como anécdota, a los dueños les encanta jugar al billar. La interiorista decidió colocar uno en la gran zona de día en lugar diseñar una segunda zona de estar con asientos. Se trata de una decisión clave que proporciona mucha alegría al matrimonio (y a los que disfrutan de sus fiestas), pero también ofrece la ventaja añadida de que "el espacio vacío necesario para jugar al billar permite a los niños correr libremente, fomentando un entorno dinámico de juego", explica la interiorista.
El lavadero también se convirtió en un punto central de las conversaciones con los clientes, "ya que reflejaba su interés por vivir en la ciudad a pesar de la tendencia de algunos de sus amigos a trasladarse a las afueras tras la pandemia", cuenta McGovern. En Estados Unidos, el lavadero es habitual en las casas unifamiliares, pero a menudo se prescinde de él apartamentos como este. La interiorista ha diseñado un espacio multifuncional, con un suelo de baldosa tipo backgammon, armarios de nogal, una vinoteca en un lateral y una bonita encimera de travertino. "Es un espacio práctico de uso diario, que se convierte fácilmente en un bar".