Poner una casa dentro de otra suena a experimento de arquitectura de papel, o a algo que harías con cajas de zapatos en la infancia. Pero Michael Karnet y su estudio han logrado hacerlo con precisión quirúrgica y alma de artesano. El truco: un granero centenario en la localidad checa de Dobříš, donde el pasado rural no se borra, sino que se convierte en el contenedor de una vida nueva.
No hay nada de nostalgia impostada aquí. Solo una pareja —Václav y Marie— que decidió dejarse llevar por la memoria, pero también por la lógica. Compraron un viejo granero junto al jardín de la abuela, querían que sus hijos pudieran cruzar la verja, pisar el huerto y escuchar historias de generaciones pasadas. No había muchas dudas. Había que construir ahí. Y ya que la ruina tenía carácter, ¿por qué no conservarla entera?