Habilitar un apartamento de 42 metros cuadrados aprovechando al máximo el espacio supone un reto de diseño para cualquier profesional. Y esto es a lo que se ha enfrentado el interiorista Alberto Torres: convertir una mini vivienda de tan solo tres metros de ancho que contaba con una única entrada de luz natural al fondo de la planta en un refugio acogedor y lleno de estilo, adaptado a las necesidades de su pareja propietaria.
Tras su intervención, la vivienda ofrece un resultado funcional para dos personas, incluyendo una cama extra para invitados y una zona de teletrabajo luminosa. Lo ha conseguido apostando por una distribución fluida y una estética de inspiración raw, en la que los materiales naturales, las maderas sin tratar, los tonos neutros que potencian la sensación de amplitud y el mobiliario de líneas sencillas configuran un ambiente sereno y muy acogedor.