Pólder es la palabra neerlandesa que define a las tierras desecadas y ganadas por el hombre al Mar del Norte. Hablamos de terrenos y fincas llenos de pinos y otras especies vegetales que desde el siglo XII los incansables habitantes de Flandes le arrebataron a la naturaleza sin contemplaciones. En uno de esos pequeños milagros humanos es donde un matrimonio con dos hijos decidió construir su nueva vivienda.
El proyecto se lo encargaron al estudio belga de arquitectura de Nicolas Schuybroek, que durante tres años levantó esta residencia en el municipio de Beltved. Rodeada de vegetación y de silencio, aunque apenas a 30 minutos de Ámsterdam, los 800 metros de la casa, finalizada en 2022, se dividen en tres volúmenes y dos plantas. El primer nivel acoge una entrada, un office, el salón, la cocina-comedor y dos cuartos de invitados, y el superior aúna un dormitorio principal con su baño y otras dos habitaciones infantiles más la lavandería.
La piscina exterior, además, se prolonga literalmente en el paisaje a través de una estructura rectangular de madera y cristal cuyo suelo de hormigón cortado establece un guiño lecorbusiano. “La idea era crear un espacio sofisticado y relajado al mismo tiempo”, nos cuenta Schuybroek. El respeto por los códigos arquitectónicos de la zona también fue fundamental, especialmente en la elección de los tablones de madera teñidos, casi ennegrecidos de la fachada, habituales en este rincón sobrio y ascético del mundo.
“Los colores y superficies suaves y texturizadas del interior se contraponen con la rudeza de su cobertura para enfatizar la frontera dentro-fuera”, sigue el arquitecto. El diseño manda en el interior, con piezas de George Nakashima o Axel Einar Hjorth que dialogan con otras bocetadas a medida por el estudio o compradas en los dominios del anticuario Axel Ver- voordt. “Buscábamos un equilibrio entre lo clásico y lo contemporáneo que no rompiese la armonía general”, reconoce Schuybroek. Los materiales, todos orgánicos, van de la piedra al ladrillo en algunas de las paredes, la arcilla y por supuesto la madera como gran protagonista, especialmente el roble oscurecido y el pino en los detalles.
“La mayoría, por no decir todos nuestros proyectos, giran en torno a una noción de tactilidad y de emoción sensorial que conseguimos gracias a materiales cuidadosamente pensados”, explica el arquitecto belga. Los textiles son escasos, siempre naturales y de colores predominantemente crudos y terráqueos, y el arte es solo un subrayado que acompaña sin reclamar la atención. “Lo más especial de la vivienda, el foco visual, su centro anímico y estético, es la naturaleza”, asegura Nicolas.
Toda la estructura está pensada para resaltarla, integrarla, envolverla y esconderse en ella, respetando sus hechuras, sus silencios y sus sombras. El escritor japonés Junichiro Tanizaki, autor de Elogio de la Sombra, estaría de acuerdo.