Alberto Espejo, Miguel Otero y Juan Esteve fundaron su estudio en 2020. Al conocer la fecha, uno no puede evitar evocar la pandemia e imaginar dificultades enormes para arrancar un proyecto en semejantes circunstancias, pero el caso es que no fue así. “En realidad nos vino bien ese tiempo, porque, aparte de que las obras no se paralizaron, el primer mes de confinamiento, que fue el momento más drástico, nos sirvió para establecer la organización y la imagen de marca del estudio”, reconoce Juan.
El proyecto que nos ocupa, ubicado en un edificio de 1900, encaja en la tipología de trabajos por los que han empezado a destacar, la remodelación de inmuebles con historia en el centro de Madrid. “Una de las cosas que más nos atrae a los tres por cuestiones personales es ese tipo de edificios de finales del siglo xix y comienzos del xx con elementos como techos a gran altura, una mayor ornamentación, portales clásicos...Son retos que nos motivan”, continúa Juan.
La vivienda, de casi 100 m2 de superficie, la proyectaron para una joven empresaria argentina que se dedica a organizar viajes de lujo y que buscaba un espacio tranquilo en el que desconectar de su actividad profesional. Se encuentra en la travesía de Belén, una calle que, a pesar de estar en el céntrico y ajetreado barrio de Justicia de la capital española, disfruta de una relativa calma al no tener excesivo tráfico, y ocupa una esquina del edificio, con el chaflán frente a otra calle, lo que proporciona una sensación de amplitud y luminosidad excepcional en la zona del comedor. Aun así, como suele ocurrir en los pisos de cierta edad, el interior adolecía de una excesiva compartimentación, y debido a la disposición angular del edificio numerosos tabiques estaban colocados en ángulos oblicuos. En consecuencia, la reforma se centró en reestructurar la disposición espacial original para lograr una distribución más regular y funcional, y en aprovechar al máximo la luz natural por lo que se decidió dar continuidad a todas las balconeras.
El salón comedor cuenta con cuatro balcones, mientras que la suite principal, el vestidor anexo y la habitación de invitados –a la que se accede desde el pequeño vestíbulo de entrada, en el que también hay un aseo de cortesía– tienen su propio balcón a la fachada. La cocina se integró al salón mediante una embocadura que mantiene cierta independencia. Toda la vivienda pivota a partir del salón, que sirve como núcleo central, eliminando la necesidad de pasillos y facilitando la circulación entre las diferentes estancias.
La compartimentación original no fue el único reto al que se enfrentaron: en los edificios de esa época, las instalaciones suelen discurrir por los patios interiores. “En toda la zona de la fachada no disponíamos de ninguna bajante que nos permitiera llevar las zonas húmedas allí, así que tuvimos que orientar la cocina y los baños hacia el patio interior” señala Alberto. Al entrar, se percibe una armonía en los materiales que definen la esencia del proyecto en toda la vivienda: madera de roble al natural (en el suelo, unificando los espacios) y lacada en blanco (en la carpintería a medida: ventanas, puertas y rodapiés), paredes inmaculadas y piedras en tonos tierra. El baño cuenta con travertino Olivillo, y la cocina, con mármol Emperador claro.
El diseño interior se caracteriza por una cuidadosa selección de mobiliario y decoración que complementa la armonía de los materiales y la luminosidad del espacio. Algunas de las piezas las han diseñado ad hoc ellos mismos, algo recurrente en sus proyectos dado que suelen ser viviendas de dimensiones contenidas que obligan a una optimización del espacio (de hecho, según Miguel la edición de mobiliario es algo que quieren potenciar con el próximo lanzamiento de un espacio de venta dentro de su web). Se han elegido piezas de líneas limpias que aportan elegancia y funcionalidad a cada ambiente, sin sobrecargar visualmente los espacios. La paleta de colores se mantiene en tonos neutros y suaves, creando una atmósfera serena y acogedora.