En un momento en el que todo está pensado para ser múltiple y compartido, crear un espacio personal, casi secreto, es un acto de rebeldía silenciosa. Eduardo Mediero, fundador de Hanghar, ha materializado esa idea con su "studiolo" contemporáneo, un núcleo de contemplación y funcionalidad escondido en el corazón de un apartamento de 50 m² en Madrid.
La referencia al "studiolo" del Renacimiento —esas pequeñas salas de estudio donde los humanistas se retiraban para reflexionar— podría parecer anacrónica en pleno siglo XXI. Sin embargo, en las manos de Hanghar, esta idea renace con un enfoque experimental que mezcla lo funcional con lo emocional. En palabras de Mediero: "Llevaba tiempo explorando la idea de crear pequeños habitáculos como núcleos de descanso y de contemplación. Siempre aprovecho los proyectos para explorar aquellas ideas que me van interesando, y mi vivienda particular fue la oportunidad perfecta".
Un refugio dentro del refugio
Ubicado en un edificio típico de los años 70 en la calle Santa Engracia, este apartamento mira hacia un convento del siglo XIX, ofreciendo vistas despejadas del horizonte madrileño. Este detalle fue clave en el diseño: "Las vistas son la mitad del proyecto, y sin duda son una parte ineludible de él. Por ello, decidimos crear dos grandes ventanales de 7 metros totales de largo con los que poder admirar esas maravillosas vistas y los amaneceres anaranjados en la torre de la iglesia", explica Mediero.
El diseño original del apartamento fue completamente vaciado para dar paso a una nueva estructura autónoma: un "studiolo" compacto de DM verde oscuro que se encuentra a medio camino entre mueble y habitación.
Este espacio no solo redefine los límites entre arquitectura y carpintería, sino que también guarda un carácter profundamente funcional. "El mayor reto fue poder delimitar un espacio y construir un habitáculo no a través de las herramientas de la arquitectura, sino a través de las lógicas de la carpintería y el mobiliario", puntualiza Mediero.
Materialidad y exploración
La elección de materiales en este proyecto es cualquier cosa menos convencional. El suelo, cubierto de goma Pirelli, y el techo, con perfiles de acero galvanizado desmontables, desafían las normas típicas de un espacio residencial. "Es una declaración de intenciones sobre la belleza y las posibilidades que ofrecen materiales que a priori son denostados porque no se consideran típicamente residenciales, pero que si los observas con cuidado tienen en sí mismos mucha potencia y capacidad de transmitir emociones", afirma Mediero.
El "studiolo", con su intensa tonalidad verde, se erige como una pieza central que organiza el espacio, albergando armarios que ocultan pertenencias como ropa de cama y electrodomésticos. Al mismo tiempo, el resto del apartamento se convierte en un lienzo abierto: aséptico, limpio y lleno de posibilidades. "Tenía claro que no quería que todo el espacio fuese diáfano, por lo que quería compartimentarlo para que la sensación fuese de un espacio lo más complejo y variado posible", comenta Mediero.
Con su filosofía de desafiar los convencionalismos, Hanghar sigue empujando los límites de lo que entendemos por arquitectura doméstica. Eduardo Mediero nos da una pista de lo que viene: "Llevamos tiempo trabajando en una vivienda industrializada muy interesante en el norte de España, de la cual hemos aprendido mucho, y pronto publicaremos un proyecto de retail con una marca de skincare muy innovadora que nos ha hecho mucha ilusión hacer".
Hanghar, con su particularidad de tener una fecha de caducidad fijada en 2030, sigue demostrando que la arquitectura puede ser tanto funcional como profundamente reflexiva. Este "studiolo" en Madrid es prueba de ello: un espacio que, en tan solo 50 metros cuadrados, logra equilibrar experimentación, materialidad, funcionalidad y, quién lo iba a decir, una referencia renacentista.