En Nueva York, los condominios –edificios de viviendas con espacios y servicios comunes– son toda una institución, sobre todo en las zonas más acomodadas de Manhattan –allí se los conoce habitualmente por la abreviación “condos”–. Ahora, con la imparable gentrificación de otros barrios de la ciudad, especialmente el área de Brooklyn aledaña al East River, el modelo se está extendiendo en su versión más lujosa. El proyecto The Huron recientemente concluido, del que Morris Adjmi Architects firma no solo la arquitectura sino también el interiorismo y la consultoría de arte, es un buen ejemplo.

Ubicado en Greenpoint, está constituido por dos torres de trece pisos de cristal y acero interconectadas por un podio, con una superficie total cercana a los 25.000 m2, que evocan la silueta de un barco con dos chimeneas, en homenaje a los astilleros que hubo en la zona, y también como un guiño a la privilegiada ubicación del complejo frente al estuario. La construcción acoge 171 residencias, desde estudios hasta viviendas de cuatro dormitorios y cuatro áticos en cada torre, todas ellas con equipamientos y acabados de primera clase. Un tercio de ellas dispone además de generosos espacios exteriores privados gracias al retranqueo de las fachadas.

Pero aquí lo más destacable son los servicios que comparten sus habitantes, que añaden una dosis extra del refinamiento que uno puede encontrar en un hotel de alto standing: cerca de 3.000 m2 que incluyen un espacioso lobby en la planta baja con varias zonas de estar y ocio, piscina cubierta y exterior, terrazas en las azoteas, gimnasio, sauna, espacio de coworking con cabinas privadas, áreas infantiles dentro y al aire libre, conserjería 24 horas, servicio de lavado de mascotas, parking vigilado...

El aire industrial del exterior da paso en el interior a una suave paleta decolores y materiales naturales. En el vestíbulo, las paredes revestidas de madera en tonos cálidos flanquean un mostrador de recepción sobre un atrevido fondo de azulejos esmaltados a mano en tonos verdes. Una estantería cercana, hecha con paneles de cuero rosa de tonos similares, añade un toque lúdico a la vez que exhibe objetos decorativos de creadores de Greenpoint y de la zona metropolitana de Nueva York.

entrada

En la recepción del vestíbulo, pared revestida con azulejos de esmaltado artesanal en tonos verdes. Sobre el mostrador, con frente de piel rosa trenzada y sobre de ónice, lámpara Dome con
pantalla cerámica, de In Common With.

David Mitchell

El arte tiene un papel destacado en los espacios comunes. Hasta veinte obras se exponen
por toda la propiedad
, empezando por los trabajos de Elise Ferguson –quien vivió en
la zona muchos años– en lino crudo, realizados por encargo, que decoran el lobby, y
continuando por otras aportaciones de nombres y talleres de impresión locales, como
Joanne Freeman, Kayrock Editions, Kingsland Editions y Lower East Side Print Shop.
Según Morris Adjmi, fundador del estudio, “en la concepción del proyecto quisimos
evidenciar el legado del pasado industrial y artesano de Greenpoint. De ahí el diseño
del edificio en retícula, con la estructura de acero con acabado bronce y las grandes
aberturas con cuarterones.

Se trataba de crear algo adecuado al vecindario; no un simple muro de cristal descontextualizado, sino algo referencial”. A lo que Becca Roderick, directora de interiorismo del estudio, añade: “Nuestro trabajo de diseño está firmemente arraigado en la investigación y el contexto: cada proyecto se inspira en el entorno inmediato y en su historia. En The Huron hemos querido crear viviendas elevadas que se sintieran a la vez propias de su lugar y atemporales en su diseño”. Y es que el lujo no tiene por qué estar reñido con algo tan elemental como la sensación de arraigo y el sentimiento de pertenencia a una comunidad.