De casta le viene al galgo. Su madre era gran amiga de Federico García Lorca, perteneció al Lyceum Club Femenino y fue fundadora de la compañía de teatro Anfistora.
Ucelay estudió bachillerato con excelentes calificaciones académicas, además de la carrera de piano. Y, en 1931 ingresó en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Madrid. Por si fuera poco, realizó dos cursos en uno, acabando la carrera un año antes de lo previsto.
Hasta aquí sería una biografía más o menos corriente, si no fuera porque fue la primera licenciada en arquitectura de España. Al acabar, todos sus compañeros le hicieron una gran fiesta.
Ella contaba que cuando empezó a ir a clase vio que ni siquiera había baños para chicas.
Pocos años después, explotaría la Guerra Civil Española y ya no había guateques a los que asistir.
Una vez finalizada, y como consecuencia de su participación en la Junta de Gobierno del Colegio de Arquitectos de Madrid en 1936, fue juzgada varias veces en consejo de guerra y depurada profesionalmente por la Dirección General de Arquitectura, acusada de "auxilio a la rebelión”.
Así, el título obtenido en 1936 no le fue expedido oficialmente hasta el año 1946, con prohibición para el ejercicio privado de la profesión durante cinco años e indemnización de 30 000 pesetas (unos 180 euros de la época, que era mucho dinero).
Siguiendo con su aventura, se casó, tuvo dos niños y montó un estudio de arquitectura en su propia casa donde siempre trabajó con mucha determinación.
“Las mujeres, si no tienen independencia económica, no tienen libertad”, solía decir Ucelay.
Ella cogía su Seat 600, iba a las obras para hablar con albañiles, electricistas y fontaneros (con vestidos de Balenciaga).
De hecho, a lo largo de una extensa vida profesional de cuatro décadas realizó alrededor de 120 proyectos entre los años 1940 y 1981. Hay que añadir que los que creó antes de 1945 no llevan su firma, sino las de amigos, que firmaron sus diseños mientras ella estuvo inhabilitada.
De esta manera, se especializó en la arquitectura residencial de calidad, dirigida a una clientela de alto poder adquisitivo, grandes mansiones situadas muchas de ellas en las mejores zonas de la capital, como la Casa Oswald, en Puerta de Hierro en Madrid. Y también construyo en Nueva York.
La primera arquitecta del país dibujaba casas con grandes ventanales para que entrara la luz, salones amplios y completaba las viviendas con preciosos jardines. Todo con el objetivo de que sus habitantes fueran felices.
Dicho esto, no es de extrañar que en en 2004, obtuviera el Premio Nacional de Arquitectura.