Algo más joven que Fisac, Coderch o Sáenz de Oíza, y coetáneo de Corrales y Molezún, Antonio Lamela (1926-2017) es uno de los grandes referentes de la arquitectura española de la posguerra y autor de varios iconos de la arquitectura de la capital, entre ellos la ampliación del Estadio Santiago Bernabéu en 1988 o la de la terminal T4 del aeropuerto de Barajas (junto con Richard Rogers), además de numerosos edificios en la costa mediterránea que, como él mismo comentó en una entrevista en el diario El País hace ya dos décadas, "marcaron el paisaje de la costa. Pero también permitieron el desarrollo del país".
Titulado por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1954, y doctorado solo cuatro años más tarde, nada más acabar los estudios fundó su estudio, que su hijo Carlos, al frente del mismo desde hace décadas, ha internacionalizado hasta convertirlo hoy en uno de los más importantes de nuestro país.
Si quieres estar al día de todo lo que publicamos en Arquitectura y Diseño suscríbete a nuestra newsletter.
Torres Colón: el gran icono de Lamela
Las Torres Colón, un edificio emblemático de Madrid, es la obra señera de Lamela. Las levantó hace ya medio siglo, las reformó su hijo hace años, y recientemente volvieron a ser renovadas por Luis Vidal, a quien Mutua Madrileña (propietaria del edificio) encargó el proyecto. No sin polémica ya que, según Carlos Lamela, el trabajo de Vidal no respeta el espíritu de lo proyectado por su padre, llegándolo a calificar de "auténtico mazacote". Otro de sus proyectos más singulares es La Pirámide (1977), "cuyas fachadas dispuestas en escalonamientos retranqueados y las ventanas inclinadas hacen de él un edificio con autoprotección solar y de bajo consumo energético", según se puede leer en la web del estudio.
Viajar le dio a Lamela la oportunidad de conocer otras formas de construir y le convirtió en un arquitecto innovador. Precisamente en las Torres Colón (1976), aplicaría diferentes innovaciones tecnológicas para la época (la estructura colgante fue un alarde de ingeniería en su momento). Además, su visión pragmática y emprendedora de la arquitectura le llevó a fundar en 1973 una empresa para hacer realidad una idea que siempre le había rondado en la cabeza: la del arquitecto como gestor de todas las fases del proyecto.
El arquitecto del boom turístico
Lamela también es autor de numerosos hoteles que transformaron el litoral español, sobre todo la Costa del Sol, en la época de boom turístico. Años después reconocería que aquel frenesí constructivo no había sido del todo positivo y que muchos de ellos podían resultar fallidos vistos con la perspectiva del tiempo porque se adecuaban más a la época que al lugar. Si hubiera que quedarse con alguno de sus hoteles, ese sería el Meliá Madrid Princesa (1967): un contundente bloque de hormigón visto, con evidentes referencias al Radisson de Copenhague, de Arne Jacobsen, donde el mármol blanco en los paños ciegos y la carpintería de aluminio anodizado con secciones importantes, juegan un papel clave.
Lamela entendía la arquitectura como algo perdurable. Para él, el usuario era lo más importante, y criticaba el devenir ególatra y autocomplaciente hacia el que, en su opinión, evolucionaba la arquitectura.