Un ayuntamiento debería consultar con sus vecinos cualquier plan que les afecte relacionado con el urbanismo, el transporte, el medioambiente y la salud pública. Se trata de decisiones que impactan a los ciudadanos de forma inmediata y a largo plazo. En España, la administración correspondiente está obligada a hacer una consulta pública a través de su web. Se escucha al ciudadano, pero según la Guía de participación pública en proyectos normativos, disponible en el portal de transparencia del Gobierno de España, la administración elige qué canal se debe usar para opinar. Puede ser, por ejemplo, que se pida hacerlo por correo electrónico. ¿Es la mejor opción ahora que en muchos sitios arrasados por la DANA el acceso a internet es cuánto menos precario?

En España, como en otros países europeos –por ejemplo el Reino Unido–, deben hacerse consultas no vinculantes sobre cualquier cuestión relacionada con el ámbito urbanístico que afecte a los residentes de una zona. La diferencia es que, además de estar disponibles online, en el caso concreto del Reino Unido la propuesta se recibe en el buzón de casa, incitando así al ciudadano a participar. Además, no es insólito que un ayuntamiento rechace un proyecto urbanístico tras atender a las objeciones de los vecinos.

Complejo residencial Ilot Queyries, en Burdeos, Francia: un proyecto del estudio MVRDV

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Ossip van Duivenbode

Invitar a la participación evita la desafección de lo público

Más allá de que una consulta sea o no obligatoria y las propuestas que salgan de ella, vinculantes, las ventajas de hacerlas es que los consultados perciben que sus opiniones se tienen en cuenta. Potencialmente, es más probable que ante cualquier futura consulta, su postura sea más receptiva con la propuesta del ayuntamiento local y, entre otras cosas, evitará la desafección política. En el Reino Unido lo tienen claro y, así, en la web del Gobierno aseguran que "es importante que las autoridades locales identifiquen y consideren todas las cuestiones de planificación pertinentes asociadas a un proyecto de urbanización. Es posible que los consultados puedan aportar ideas concretas o información detallada". ¿Lo tenemos tan claro en España?

Estas 48 viviendas de protección pública en Magaluf, proyectadas por LLOC Arquitectes, son fruto de la colaboración entre el Ayuntamiento de Calvià y el Instituto Balear de la Vivienda (IBAVI)

Estas 48 viviendas de protección pública en Magaluf, proyectadas por LLOC Arquitectes, son fruto de la colaboración entre el Ayuntamiento de Calvià y el Instituto Balear de la Vivienda (IBAVI)

Jose Hevia

Efectivamente, de la consulta con los ciudadanos se derivan decisiones más informadas y precisas que encajan con lo que la comunidad necesita porque son los vecinos los que usan a diario los espacios públicos. A menudo, se redefinen y evitan innecesarias y carísimas obras. Pero tampoco hay que pecar de ingenuos. En un interesante editorial en el diario The Guardian escrito hace ya años, bajo el título Don't expect much from the new consultation on civil society, se decía del nuevo plan Sporting Future –sobre una nueva estrategia de actividad física y salud para el Reino Unido– del gobierno conservador de David Cameron que, aunque había que ser ambiciosos sobre lo que puede lograrse, también había que ser realista sobre las "presiones financieras y legislativas". Tal cual decía el documento gubernamental, "son bienvenidas las ideas audaces, pero dentro del contexto de estas presiones". 

Parque Diagonal Poblenou, de b720 y Jean Nouvel

Parque Diagonal Poblenou, de b720 y Jean Nouvel

Adrià Goula

¿Cómo implicar a la gente? Contexto y concreción son dos grandes aliados

En primer lugar, conviene evitar consultas farragosas; los comentarios más interesantes suelen ser fruto del interés de la gente. También es clave responder a preguntas claras y directas. ¿Por qué es importante esa propuesta? ¿Qué se pretende mejorar? Si se entiende la importancia de las decisiones que se quieren tomar, es más probable que los ciudadanos se involucren. Trocear un plan en partes pequeñas suele dar buen resultado. Si, por ejemplo, una de las partes versa sobre el diseño de nuevos parques y zonas verdes, los vecinos participarán más si esa parte concreta de la propuesta se desglosa por barrios o distritos.

 

Render de la nueva plaza del Centro Pompidou, un proyecto de Moreau Kusunoki en colaboración con Frida Escobedo

Render de la nueva plaza del Centro Pompidou, un proyecto de Moreau Kusunoki en colaboración con Frida Escobedo

Moreau Kusunoki en colaboración con Frida Escobedo

Las propuestas: visuales y que no excluyan a nadie

Mapas, fotos del antes y renders de cómo será el resultado… Cualquier propuesta es mejor recibida cuanto más visual sea la información, porque esta es más fácil de procesar y, en consecuencia, la participación crecerá. Por otro lado, no es mala idea valorar formatos como una rápida encuesta, pero también algo que requiera de mayor elaboración, como un pequeño texto. Así, se llega a más gente porque habrá más personas que quieran participar. Lo mismo ocurre con el método elegido. En una era tecnológica como la que vivimos, lo online puede excluir a gente más mayor que prefiera rellenar una encuesta en papel o, incluso, ser escuchado de viva voz.

Concretar fechas es clave para una mayor participación y transparencia

Proponer un calendario de fechas concreto también ayuda porque se tienen expectativas claras del cuándo va a suceder lo que se propone. Por otro lado, es una forma de aportar mayor transparencia al proceso y de evitar frustraciones. Pedir opinión e implicar a los vecinos es importante; ser transparente –aún más en el ámbito público–, fundamental. Por último, dichas consultas deberían ser ágiles y llevar aparejados planes que agilicen la toma (y posterior puesta en marcha) de decisiones concretas.