El DANA ya es considerado la “gota fría más adversa del siglo en la Comunitat Valenciana”por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), dejando consecuencias devastadoras en la provincia. ¿Es posible reducir las consecuencias destructivas de estos desastres naturales? ¿Se puede, desde la arquitectura, repensar las ciudades para que resistan mejor las catástrofes?
Recuperamos este artículo en el que hablábamos de cómo la destrucción de Nueva Orleans por el huracán Katrina en 2005, el tsunami de Fukushima en 2011, y los devastadores terremotos que arrasaron Chile y Haití en 2010, ofrecen tras la catástrofe una oportunidad para planificar ciudades y pueblos capaces de afrontar y resistir mejor los desastres naturales.
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La mayoría de las veces, tanto a corto como a largo plazo, la reconstrucción de una ciudad arrasada por un desastre natural se enfoca en la emergencia; es decir, en recuperar lo más básico, como la luz y el agua potable, y reponer las viviendas arrasadas y otros servicios de primera necesidad. Así se está haciendo en la localidad de Amatrice, Italia, arrasada por un terremoto en 2016. En todo caso, en otros lugares se opta por responder al resto de reconstruir desde cero escuchando a los residentes y teniendo en cuenta el entorno, una de las recomendaciones que la ONU ya citaba en un manual para gobiernos locales como uno de los diez aspectos esenciales para lograr ciudades resilientes a los desastres naturales. En este artículo repasamos brevemente tres de los ejemplos más conocidos (y mediáticos) para saber qué medidas se han implementado para hacer ciudades más seguras, sostenibles, resilientes y agradables para sus habitantes.
Nueva Orleans apuesta por recuperar su hábitat natural
Nueva Orleans es el ejemplo más mediático y que primero viene a la memoria. Las imágenes de una ciudad completamente inundada, con miles de personas atrapadas en el Louisiana Superdome, siguen encogiendo el corazón. Tras el huracán, se rediseñó todo el sistema de diques y bombas que protege la ciudad y se construyeron viviendas de diseño sostenible y resiliente. En un interesante artículo sobre qué se está haciendo en la ciudad, Austin Feldbaum, director de la Hazard Mitigation Office (oficina de mitigación de peligros en español) de la ciudad de Nueva Orleans, hablaba sobre la importancia de darle la vuelta a una tradición de construcción de infraestructuras desconectadas de la comunidad y del entorno natural. Empezando por el mantenimiento de las zonas húmedas y su reforestación, casi dos décadas después del desastre, en Nueva Orleans se gastan millones de dólares en recuperar el hábitat natural de una ciudad construida en gran parte por debajo del nivel del mar. A pesar de todo, sigue habiendo quejas por la lentitud de los trabajos y mucha gente no ha vuelto.
Chile: un ejemplo de que es mejor escuchar a la gente
Tras el devastador terremoto de 2010, Chile se puso manos a la obra para reconstruir las zonas de su litoral literalmente arrasadas por el tsunami provocado por el terremoto. Uno de los mejores ejemplos de reconstrucción resiliente, que sabe escuchar al tiempo a quienes habitan el lugar, es la que Alejandro Aravena, Premio Pritzker de Arquitectura en 2016, llevó a cabo en Constitución: un pueblo que desapareció bajo el tsunami. Aravena habló largo y tendido con los residentes de la zona, que se quejaban de la falta de zonas verdes, las constantes inundaciones y unas carreteras penosas. En lugar de levantar un muro que hubiera desconectado la ciudad del mar, algo que ganaba fuerza entre los políticos, fue construir un parque protegido por una escollera.
Fukushima: regeneración a partir de la creación de nuevas industrias
Tras el tsunami y el accidente nuclear de 2011 en Fukushima, enseguida se construyeron nuevos diques de contención y se mejoró la red de evacuación de la ciudad. Inmediatamente, se creó un gabinete de reconstrucción que cuatro años después reportaba la retirada de casi todos los escombros, así como la construcción, alejadas las zonas más pegadas a la costa en las que los niveles de radiación son muy altos, de nuevas viviendas para los afectados. En Fukushima, los políticos vieron una oportunidad para regenerar la ciudad y, así, se han ido desarrollando nuevas industrias centradas en las energías renovables y la robótica. También se han construido edificios a prueba de terremotos para los ciudadanos, como el Centro Comunitario Sukagawa. Hoy, del casi medio millón de desplazados, el 80 % vive de nuevo el lugar del que tuvieron que marcharse.