Bruno Erpicum, fundador del estudio Atelier d'Architecture Bruno Erpicum & Partners (AABE), ha escrito desde hace más de veinte años numerosas cartas de amor a Ibiza en forma de viviendas de marcado carácter minimalista que captan la esencia de la isla y su luz.
La topografía, el referente de las construcciones vernáculas y el paisaje local determinan en su caso una arquitectura que se adapta al terreno y se desarrolla en distintos niveles, con espacios que se extienden gracias a patios y generosas terrazas, donde priman las grandes superficies acristaladas que permiten la entrada de luz natural y la visión directa de la naturaleza circundante.
Todo estos elementos están presentes en esta casa, cuyo autor define como "una hoja de papel en blanco surcada por pinos". La vivienda, de 582 m2 incluyendo el área de la piscina, se ubica en un paraje tranquilo de Ibiza.
"Esto está muy lejos del 'paraíso' de las discotecas de Ibiza o Sant Antoni de Portmany. Para llegar a este lugar hay que tomar la antigua carretera de Santa Eulària des Riu. Y allí donde sale el sol se disfruta de la vista más hermosa de la isla de Formentera", comenta.
Protegida de la carretera y de sus vecinos por el pinar, y dictada por la particularidad de un terreno en ligera pendiente, la construcción se integra perfectamente en el paisaje.
A las curvas y contracurvas de las colinas que perfilan las vistas en la distancia, Erpicum contrapone la larga línea recta de la cubierta que da sombra y perfila el horizonte. Es una oda a la naturaleza que, según el arquitecto, "prima sobre el entorno construido".
La sencillez de la fachada acristalada de 50 metros de largo se complementa con muros, suelos y tejado de hormigón. Las columnas metálicas, que representan troncos de árboles, revelan una sucesión de espacios, puntuados por patios que proporcionan un respiro entre las distintas funciones.
La cubierta, con un marcado voladizo, permite a la casa seguir el ritmo de las estaciones ya que los espacios abiertos predominan en el edificio. Los marcos de las ventanas integrados en el armazón amplían la sensación de vivir en el exterior.
La horizontalidad de la casa se ve realzada por la terraza cubierta de grava, que se extiende desde el interior. Una piscina situada en un nivel inferior, que transcurre paralela a la fachada, y franjas de vegetación estructuran el jardín, poblado de gramíneas, romero, lavanda y otras plantas autóctonas.
Todo el programa interior se resuelve en un único nivel, que puede recorrerse como un paseo: nada más entrar, un pasillo articula de forma longitudinal todo el volumen, dando paso a la derecha al salón-comedor, con su chimenea abierta marcada por chapas oxidadas, y a la izquierda a las estancias privadas –el dormitorio principal y otras dos habitaciones, todas en suite–.
La mayor parte del mobiliario fue diseñado por el estudio para reflejar el espíritu de la casa: largas estanterías horizontales de bordes estrechos que parecen flotar en el ambiente. Con puertas sin marco y ausencia de zócalos, el lujo se expresa en el aprovechamiento del espacio y en la combinación de materiales nobles: roble cepillado y barnizado extramate para el mobiliario y acero inoxidable para la encimera y el antepecho de la cocina.
De este modo, Bruno Erpicum ha esbozado una arquitectura donde el exterior es más importante que el interior, invitando a su propietario "a evadirse en el bosque donde traza, en la memoria, un camino que solo él puede volver a encontrar", concluye el autor.