Nada le gusta más a Carlos Tomás y a su equipo de Estudio Reciente que aportar un punto juguetón a un interior que pide a gritos una actualización. Por eso, cuando recibieron el encargo de transformar este caramelito en un edificio histórico de 1953 firmado por el arquitecto Luis Martínez Feduchi, supieron que el desafío era grande, pero tenían la medicina correcta: una inyección de vida y estilo depurado pero lúdico. Este no es solo otro proyecto de rehabilitación; es una declaración de amor del estudio madrileño por el color, la luz, el espacio y el contraste de materiales.
La vivienda, de 200 metros cuadrados y ubicada en el barrio de Chamberí, era un laberinto de habitaciones pequeñas y oscurecidas por el paso del tiempo. "Estaba muy compartimentado, la cocina estaba en la parte más oscura de la casa, había habitaciones muy grandes y otras muy pequeñas, tenía cinco baños... Se notaba que llevaba mucho tiempo sin una reforma", recuerda Tomás.
Por tanto, lo primero era pensar en su nueva distribución: "La propuesta rompe con esta distribución tan condensada para ofrecer una serie de espacios conectados que, a pesar de mantener una identidad propia, producen una sensación de gran espacio diáfano y abierto, dando lugar a visiones cruzadas y circulaciones continuas", explica.
Bajo la visión de Tomás, el piso ha sido reinventado, no solo para satisfacer necesidades prácticas de una pareja joven sino para contar una historia visual a través de sus espacios. "Todo el proyecto de rehabilitación se resuelve mediante dos premisas principales: por un lado, la solución de la planta como un conjunto de espacios habitables interconectados, y por otro, las visuales generadas entre las conexiones entre las estancias".
Spoiler: lo consiguieron. Los espacios ahora bailan entre sí en una coreografía de luz y amplitud a través de arcos que funcionan como portales y colores que segmentan de manera sutil, pero rotunda.
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