Como ocurre cada cuatro años, el mundo ha contenido la respiración ante las elecciones a la presidencia de la nación más poderosa de la Tierra. Y más teniendo en cuenta la idiosincrasia tan peculiar del último inquilino de la Casa Blanca. El mandatario que ha gobernado a golpe de tuit ha marcado una época de extrema polarización política, signo de unos tiempos en los que las redes sociales y los bulos se han impuesto a los medios de comunicación convencionales y las noticias contrastadas como fuente de información de mucha gente. Pero ahora que ha sucumbido ante el candidato demócrata Joe Biden –por mucho que se empeñe en hablar de fraude electoral–, a Donald Trump le espera un retiro dorado a partir de enero de 2021, siempre y cuando los numerosos asuntos que tiene pendientes en los tribunales una vez perdida la inmunidad no se lo impidan. No en balde, antes de convertirse en showman y político labró su fortuna en el campo de la promoción inmobiliaria, y a lo largo de su trayectoria levantó o adquirió por todo el mundo hoteles y edificios de apartamentos –con mayor o menor gusto arquitectónico– que se suman a las varias casas que posee en su país. Tendrá donde escoger, incluso para vivir en un lugar diferente cada mes del año.