Hay algo en las casas gallegas que nos encanta, algo difícil de describir que parece cousa demeigas. Si has crecido aquí, lo sabes. Al hablar de Galicia, su arquitectura es tan simbólica como el paisaje que la rodea. Estas casas, muchas en pie desde hace siglos, muestran una forma de vivir que sabe de paciencia, cuidado y una buena dosis de resistencia. Las casas gallegas son testimonios de una vida en armonía con el entorno, de saber sacarle partido a cada piedra, cada elemento que brinda la tierra.
Con su esencia práctica y su singular estilo, las casas tradicionales gallegas han marcado el paso de generaciones, testigos de historias que trascienden su propio tiempo. ¿Qué tienen estas construcciones que a tantos nos sigue encantando? Vamos a desmenuzar, sin romanticismos huecos, esas siete características que hacen de estas viviendas algo más que una estructura; algo que conecta con el alma de Galicia misma.
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1. Muros de piedra que soportan el tiempo y la historia
Si algo caracteriza a una casa gallega son sus muros gruesos de piedra, hechos para resistir el paso del tiempo y la humedad implacable de la región. Estas paredes de granito, a menudo de hasta un metro de grosor, ofrecen una resistencia única frente al clima gallego, aislando de las bajas temperaturas en invierno y manteniendo el interior fresco en verano. Y aunque puedan parecer austeras, esconden un arte en la colocación cuidadosa de cada bloque, una técnica ancestral que hoy resulta casi un lujo por la mano de obra y el material que requiere.
2. "A lareira": el corazón de la casa
La lareira es el centro neurálgico de muchas casas gallegas, ese rincón junto al fuego donde la familia se reunía a comer y conversar. Más que una chimenea, la lareira es un espacio diseñado para cocinar, calentar y, en tiempos pasados, hasta secar las cosechas. Este espacio recoge el espíritu comunitario y humilde de la vida gallega, donde el calor y la compañía eran imprescindibles en los largos inviernos. Hoy en día, muchas de estas lareiras han sido restauradas y siguen funcionando como el alma de la casa, adaptadas al presente pero sin perder su esencia.
3. Hórreos: arquitectura funcional que se convierte en icono
Es imposible pensar en una casa tradicional gallega sin imaginar un hórreo al lado. Aunque técnicamente no forma parte de la casa en sí, el hórreo es tan esencial que bien merece su sitio en la lista. Estos pequeños graneros elevados servían para almacenar el grano y protegerlo de la humedad y los roedores, una solución ingeniosa que combina forma y función. Además de su utilidad, el hórreo se ha convertido en un símbolo de la identidad gallega, con variantes en diferentes regiones que muestran la riqueza arquitectónica de la zona.
4. Tejados de pizarra que enfrentan la lluvia
La lluvia es una constante en Galicia, y para protegerse de ella, los tejados de pizarra se convirtieron en la norma. Este material, abundante en la región, no solo resiste el agua y el viento, sino que otorga un aspecto singular y sobrio a las construcciones. Además, con el paso del tiempo, la pizarra va adquiriendo una pátina que le da aún más carácter, integrándose perfectamente en el paisaje. La pizarra es también un recurso sostenible, dado que es un material duradero que rara vez necesita ser reemplazado, una ventaja tanto económica como ecológica.
5. Las galerías: luz y refugio al mismo tiempo
Uno de los elementos más reconocibles de la arquitectura gallega es la galería, esas estructuras acristaladas que se abren al exterior y llenan de luz el interior de la casa. Originarias de la arquitectura marítima, las galerías servían como refugio del frío y la humedad, permitiendo disfrutar de la luz natural sin exponerse a las inclemencias del clima. Estos ventanales son una obra de ingenio local, ya que aprovechan el escaso sol gallego y a la vez dotan a la casa de un espacio que es mitad interior, mitad exterior. Su belleza radica en su funcionalidad y en cómo reflejan el paisaje que las rodea.
6. Patios y huertos: un trozo de Galicia en cada casa
En una casa tradicional gallega, el patio y el huerto tienen un papel central. Estos espacios exteriores permiten a las familias cultivar parte de su alimento, en una práctica de autosuficiencia que sigue viva. Estos espacios, aunque a simple vista puedan parecer secundarios, forman parte de la vida social y cultural gallega, siendo mucho más que una simple extensión de la vivienda.
7. Piezas de Sargadelos: cerámica con identidad gallega
Otro elemento que no falta en una casa gallega es una pieza (o varias) de Sargadelos, esa cerámica icónica que lleva siglos creando objetos únicos inspiradas en la cultura gallega. Las vajillas, jarras y adornos de Sargadelos no son solo decoración; cada una de estas piezas cuenta una historia, reflejando el arte y la tradición de la región. La cerámica de Sargadelos, con sus característicos tonos azul y blanco y sus diseños geométricos, es casi una embajadora cultural de Galicia.
Más allá de la nostalgia, las casas tradicionales gallegas nos recuerdan la importancia de valorar lo auténtico, lo construido para perdurar. En una época donde la arquitectura se ha convertido a menudo en espectáculo, estas viviendas nos enseñan que la simplicidad y la funcionalidad no están reñidas con la belleza ni con el respeto por el entorno.