La iluminación cenital no solo es un recurso para solventar la falta de luz natural de alguna estancia que no tiene huecos en la fachada o se encuentra en un altillo. El juego de matices, sombras y contrastes que produce al derramarse la luz y reflejarse en las superficies le confiere una cualidad escenográfica muy apreciada para modular la percepción de un espacio.
Antonio Gaudí afirmaba que "la luz que alcanza la máxima armonía es la inclinada a 45 grados, la cual no incide sobre los cuerpos ni perpendicular ni horizontalmente". Por eso los arquitectos no se limitan a abrir huecos cenitales para incrementar la luminosidad, sino que juegan con recovecos, rendijas o líneas de luz que recorren el perímetro de una estancia con el objetivo de realzar la volumetría de un espacio e imprimir fuerza a las texturas y los colores.
La abertura de lucernarios tiene también como consecuencia una mayor relación entre interior y exterior, pues no solo introduce la luz, sino que en algunos casos también permite la visión del cielo cambiante, creando un efecto dinámico en la decoración interior.
La orientación de las entradas de luz es fundamental para conseguir una calidad lumínica determinada. Si se abren los huecos al sur, se obtiene la mejor iluminación a lo largo del año, y también calefacción solar gratuita en invierno. Eso sí, los huecos deben diseñarse con cuidado para evitar problemas con la luz solar directa. En climas muy cálidos carentes de invierno es preferible practicar los huecos orientados al norte, mientras que en climas cálidos con inviernos cortos puede funcionar mejor una combinación de huecos al norte y el sur.
Además de las soluciones arquitectónicas, la industria ofrece alternativas para llevar la luz a espacios interiores, como los tubos solares de la firma Velux. El único requisito es que la distancia entre el tejado y el techo de la estancia no supere los 6 metros.