Los valores que encarna la artesanía –la producción lenta, la baja tecnología, la base natural de sus materiales– son conceptos clave para el replanteamiento de un diseño y una sociedad más sostenibles. Es cierto que la producción industrial normalmente es mucho más eficiente si se cuantifica el impacto unitario de cada producto. Por ejemplo, fabricar una vajilla en serie probablemente implique un impacto ambiental cinco o diez veces menor que una artesana por la optimización energética de los grandes hornos de gas respecto de los eléctricos de pequeña escala.
Sin embargo, la vinculación emocional del producto artesano, por exclusivo y por el valor implícito de la fabricación manual, alarga la durabilidad del objeto. Los costes son inherentemente altos al método de trabajo y de distinción de cada pieza, pero, de la misma manera, su durabilidad podría considerarse ilimitada. Hacer especial un producto puede ser una buena estrategia contra la sobreproducción, la obsolescencia y, en definitiva, contra el consumismo sin sentido que solo produce más y más sin un verdadero valor a largo plazo.
El movimiento del diseño más íntimamente relacionado con la artesanía, el Arts & Crafts de William Morris, nace como respuesta a la contaminante producción industrial a finales del siglo XIX, cuando los impactos ambientales de la Revolución Industrial ya eran más que patentes. La redención de la persona a través del diseño, el cuidado por los materiales y el respeto en la manera de usarlos eran las claves del Arts & Crafts, que leído con ojos de hoy encarnaba un implícito planteamiento ecologista de armonía social en el seno de la Naturaleza. La utopía morrisiana se convirtió en una fuente de producción decorativa y elitista por los elevados costes que implicaba el laborioso y detallado trabajo manual, lo que en realidad controvertía el significado de sostenibilidad, que es la extensión transversal de la satisfacción de las necesidades. Tal vez haya una buena lectura de todo esto y es que si la sostenibilidad es solo para ricos, no es sostenible.
Eterna modernidad
La vertiente cultural de la sostenibilidad está directamente relacionada con el valor del diseño. Es un hecho que los antiguos oficios singulares artesanos se están perdiendo. Sin embargo, una revisión de las tradiciones manufactureras por parte del diseño contemporáneo ayudaría a revitalizar el sector y hacer que los jóvenes retomaran la sabiduría ancestral y pudieran ofrecer productos de uso diario para las necesidades actuales. La evolución de la cultura universal que es la artesanía, en sus diferentes formas, depende del interés que se le preste desde el diseño. Experiencias como las llevadas a cabo en Cataluña con el proyecto Oficis singulars, el presentado en Roca Village por Designers Collective junto al incombustible y pionero Martín Azúa o el preciosismo de Nani Marquina demuestran que artesanía y modernidad pueden crear fructíferas complicidades.
Artesanía y entorno natural
Tradicionalmente, el paisaje ha evolucionado de la mano de las actividades y necesidades materiales de las personas. En la península ibérica, especialmente, existen dos ecosistemas únicos que dependen de la actividad humana para su conservación y mantenimiento. Uno es el alcornocal, de donde se obtiene el corcho, y el otro es el espartal. Este último se encuentra en grave peligro por el abandono progresivo del trabajo con el esparto, una fibra vegetal muy robusta y resistente tradicionalmente trabajada por trenzado para cestos, alforjas, calzado, persianas, toldos, etcétera. Como en la mayoría de oficios artesanos, el anquilosamiento en un diseño tosco y desfasado convierte estos productos en objetos más cercanos al souvenir folclórico que al objeto de uso real. Un redescubrimiento del esparto y sus técnicas de transformación por parte del diseño moderno será el motor para la conservación del ecosistema y para la obtención de productos más ecológicos y con un valor cultural único en nuestro país.
De lo general a lo particular
Traditio et innovatio, tradición e innovación, podría ser la máxima de la posmodernidad en la que vivimos y el leitmotiv en nuestro avance hacia una sociedad sostenible. Y la artesanía como tradición tiene un papel importante en el cambio de paradigma. Ya puede verse cómo grandes marcas caracterizadas por masivas producciones industriales, seriadas y a escala mundial, apuestan por incorporar técnicas artesanas en sus colecciones. Por un lado permite explorar nuevas realidades del diseño contemporáneo y por otro posicionan el producto en un ámbito más singular, lo que sin duda incrementa su valor de uso, su durabilidad y el vínculo emocional del usuario con su objeto.
Por otro lado, la vertiente de la artesanía digital, que incorpora los valores tradicionales de la artesanía, pero apoyada en tecnologías de última generación, puede suponer una revolución en los patrones industriales o, como mínimo, una apertura del abanico de posibilidades del diseño y el sistema productivo vigente.