Antes de la llegada del petróleo y el desarrollo de la química, los materiales disponibles tenían casi todos un origen muy cercano a la Naturaleza y los procesos de transformación eran más simples, aunque con la llegada de la industrialización poco a poco se han ido desplazando. Por suerte, los diseñadores y la industria en general están redescubriéndolos por sus excelentes propiedades y sostenibilidad. Esta es la historia de cómo unos viejos conocidos han encontrado de nuevo un hueco en el diseño más actual para apostar por una vida con menor huella ambiental.
Si toda la materia procede en ultima instancia del medio natural ¿qué define la “naturalidad” de un material? No existe un límite definido, pero dependiendo del nivel de transformación físico-química de esa materia podremos considerar que el material ha pasado a ser artificial o sintético. La cerámica, por ejemplo, se considera el primer material “inventado” por el ser humano, y aunque con origen claramente natural puede acabar siendo un material totalmente artificial. Al cocerse la arcilla, las altas temperaturas reestructuran sus átomos aumentando su rigidez y su impermeabilidad y alejándolo de las “reglas” naturales de degradación. Y ¿qué ocurre cuando se esmalta? En este caso, se le añaden químicos y de nuevo se le aportan elevadísimas temperaturas que vitrifican su superficie, lo cual ya sí lo convierte en un material absolutamente ajeno al medio natural, difícilmente degradable e incluso con cierta peligrosidad.
No hay más cera que la que arde
Un claro ejemplo de la diferencia entre el material natural originario y su sustituto sintético lo vemos en las velas. La cera de abeja ha sido siempre su material por excelencia, ya sean puramente funcionales para iluminar o decorativas. Un detalle que a simple vista puede pasar desapercibido es que las velas actuales se fabrican casi en su totalidad con parafinas y otros derivados petroquímicos, los cuales al derretirse emanan gases tóxicos, como constató la American Chemical Society. Y para colmo, al consumirse más rápidamente las ceras sintéticas que las naturales, se les añaden retardantes que las hacen realmente peligrosas en ambientes cerrados para personas que padezcan problemas de asma o algunas alergias.
Beneficiosa contaminación
Hace unos años que los científicos están ensayando con éxito una técnica revolucionaria para los materiales de construcción y como método de mitigación de los gases de efecto invernadero. Se ha descubierto la manera de emular el proceso natural de creación de rocas calizas al bombear CO2 disuelto en agua en el subsuelo de zonas volcánicas de manera que las elevadas presiones y temperaturas, junto con minerales basálticos, aceleran el proceso natural de transformación del dióxido de carbono en carbonato cálcico, la base química de la piedra caliza y el compuesto principal del material más usado a nivel global: el cemento. Aún no se ha llegado al nivel de desarrollo suficiente para realizarlo a escala industrial, pero sin duda es una de las grandes esperanzas en la ecología de los materiales y de la construcción.
El confort más saludable
Al pensar en los cómodos rellenos de sofás y camas, resulta difícil no asociarlos directamente a la espuma de poliuretano, con las problemáticas ambientales y toxicológicas que presentan. Pero no siempre ha sido así. Antes de que los petroquímicos homogeneizaran el mundo material, se empleaban crines de caballo, la paja y otras fibras vegetales junto a la lana para crear los más saludables, confortables y ecológicos rellenos. Esta sabiduría, que como ha sido norma a lo largo del siglo xx, se ha perdido por la potencia de los materiales sintéticos, está de nuevo apareciendo como una alternativa más sostenible para la fabricación de colchones y mobiliario. Por el momento, a causa de la baja disponibilidad, únicamente pueden encontrarse a través de firmas de muy alta gama. Si se logra extender las ventajas del empleo de materiales naturales como tapicería, quizá se llegue a conseguir alternativas a un coste competitivo.
La lana es un material natural de origen animal que puede ser obtenido sin atentar contra la vida y el bienestar de la oveja que no necesita grandes transformaciones, ni aporte energético notable para su transformación en material utilizable. Además de su conocido poder de abrigo, la lana tiene una propiedad sorprendente que la convierte en una alternativa a tener en cuenta en el desarrollo de productos ecológicos y saludables: es un excelente retardante de llama natural. Para cumplir las normas de seguridad ante incendios, las tapicerías se aditivan con sustancias tóxicas retardantes de llama. Sin embargo, la inclusión de una capa de lana debidamente aplicada podría superar este condicionante de la manera más limpia y natural posible.
Con muy buena planta
Las fibras vegetales se han revelado como un filón para encarar soluciones sostenibles en todos los ámbitos. El esparto es una fibra vegetal originaria del sur de la península ibérica, utilizada desde la prehistoria. Pero fue con la llegada de los romanos cuando se impulsó una industria centrada en el trabajo de la fibra en el área del sudeste, que comprende las actuales Almería, Granada, Albacete y Murcia, que llegó a conocerse como campus spartarius por la importancia del material. En los años cincuenta, la producción de esparto alcanzó su pico con 150.000 toneladas anuales de fibra, llegando a transformarse en motor de la economía rural española. Su protagonismo convierte la figura del artesano trenzando cestos o el campesino recogiendo brazadas de los campos secos en parte del imaginario en blanco y negro de la posguerra.
Aunque con la industrialización, los plásticos y las fibras sintéticas han desplazado a los productos de esparto hacia una posición “folclórica” y testimonial, últimamente está siendo revisado por el diseño para lograr actualizar el material y explotar todo el potencial ecológico y económico que ofrece. Persianas, sillas, productos de almacenaje y todo tipo de mobiliario y elementos constructivos tanto para interior como para exterior esperan ser rediseñados para que el esparto, la artesanía y el patrimonio cultural más local no se pierdan.
Una de las aplicaciones del esparto que aún funciona con cierta normalidad es la de refuerzo en molduras y falsos techos. La frágil escayola se transforma en un material súper resistente y duradero cuando se incluyen fibras de esparto en su interior. Esta propiedad se está convirtiendo en un foco de atención y entusiasmo para la industria de última generación, consciente del potencial que se esconde tras ese aspecto humilde y rústico.
El proyecto Finaiconst –Fibra Natural para la Industria y la Construcción–, formado por empresas de primer nivel, centros tecnológicos e instituciones públicas españolas y europeas, lleva desde 2014 desarrollando un extenso abanico de aplicaciones del esparto que van desde refuerzos para hormigones ecológicos, morteros aislantes y como sustituto de fibras de vidrio o de carbono en composites termoplásticos tanto para la construcción como para la automoción, y en cualquier tipo de aplicación por exigente que sea. Es posible que estemos viviendo una nueva edad de oro del ancestral esparto y de la mano de la tecnología vuelvan a revitalizarse los abandonados espartales de la estepa ibérica.