Bien porque tienen un color pasado de moda que no encaja en la decoración de tu casa, porque sufren marcas y arañazos que quieres arreglar o porque, sencillamente te apetece cambiar, la pintura es una forma perfecta de alargar la vida de pequeños objetos y darles una segunda oportunidad, puertas incluidas. “Cambiar su tono en casa puede parecer engorroso y complicado, pero no lo es”, dice la interiorista y asesora de color Marta Bardón, al frente de la empresa madrileña MC Pinturas, junto a Marta de la Torre, que explican cómo pintar las puertas en casa y hacer que luzcan de nuevo como el primer día.
1. Los materiales. Antes de comenzar necesitas papel, plástico o tela para proteger el suelo, cinta de pintor (o de carrocero), una brocha plana, una brocha redonda (también sirven un rodillo y una cubeta), imprimación Todoterreno y esmalte al agua del color elegido.
2. Escoger el color. Nuestro criterio es unificar puertas y rodapiés con un mismo color. Para seleccionar cuál es el apropiado antes hay que preguntarse si se busca dar un contraste entre las puertas de tu casa y el color de la pared o, por el contrario, se quiere igualar y dar una sensación de uniformidad. Cuando se apuesta por un tono que contrasta, las puertas se realzan y acaparan miradas que cuando se aplica el mismo color a paredes y puertas y estas pasan más desapercibidas desapercibidas. Si la pared tiene un tono neutro, como blanco, piedra o gris y se busca igualar nuestro consejo es escoger un tono más subido para las puertas, ya que dará un ligero contraste a las puertas y denota calidad. Si lo que se busca es contraste, nuestra recomendación es utilizar un color más intenso que el de las paredes para conseguirlo, como los grises y los piedras oscuros. Para las casas de campo solemos aconsejar arriesgar más con el color. Azules, verdes y amarillos generan más impacto en los espacios, imprimen carácter y mejoran el aspecto de la vivienda.
3. Antes de empezar. Si se dispone de espacio suficiente para colocar cada puerta en un caballete, o en una superficie, y las puertas son fáciles de desmontar, quitarlas permite pintar el cerco mas fácilmente que cuando se mantiene en su sitio. En este caso, hay que que rodear la embocadura de las puertas con cinta para proteger y no manchar las paredes. Si se decide pintar las puertas en el sitio, sin retirarlas del marco, hay que manipularlas y abrirlas para acceder a todas las superficies de los cercos y jambas. Es importante proteger las bisagras, pomos y cerraduras con cinta de carrocero, ya que si no se hace, su limpieza posterior requerirá de mucho tiempo. Además, siempre se debe proteger bien la zona del suelo en la que se vaya a trabajar. Se puede utilizar papel, plástico o alguna sábana vieja. Una vez tenemos todo bien protegido, podemos empezar a pintar.
4. El proceso. Tanto para las puertas de madera que ya están barnizadas como para las que están esmaltadas y se quiera cambiar el color, el proceso es el mismo: Se empieza por lijar superficialmente la superficie para romper el poro del barniz y conseguir más adherencia. Para aplicar tanto la pintura como la imprimación se puede usar una brocha, la llamada paletina plana –recomendamos las de los números 6, o 7- y ayudarse de una redonda para algunas zonas. También se puede usar un rodillo de esmaltar, para ello necesitaremos una cubeta y un buen rodillo y emplear la paletilla para algunas zonas.
5. La pintura. Se empieza aplicando una mano de imprimación y aconsejamos utilizar la llamada todoterreno, que permite poner encima una pintura acrílica, cuyo componente principal es el agua. Entre sus ventajas está la facilidad de aplicación, su rápido secado sin olores y una sencilla limpieza de materiales. Una vez seca la imprimación se aplican dos capas de esmalte al agua (directamente del bote, sin diluir) del color seleccionado. Es importante que la pintura se seque entre capa y capa.