Sus autores, el estudio francés Artelabo, integrado por Nadine Chambon y Laurent Fayard –y ubicado en la misma población donde se levanta el proyecto– la han bautizado como Villa Tranquila, y el apelativo no puede ser más pertinente: una casa que evoca en clave contemporánea el arquetipo de las viviendas rurales y que refleja en su esencialidad la belleza sencilla y serena del paisaje del midi francés.

El objetivo del proyecto fue aislar el edificio de su contexto más inmediato –la pequeñez de la parcela hace que la casa esté casi pegada al cobertizo de un viñedo cercano– con un diseño introvertido que solo se abriera a las vistas del valle.

Su arquitectura se caracteriza por una composición sencilla, regular y sistemática. La geometría se basa en una secuencia repetida de cuatro volúmenes encerrados por un muro perimetral, dentro de los cuales se organizan otros cuatro patios.

El poderoso contraste entre el aspecto opaco del exterior y la luz intensa que ofrecen sus patios otorga fuerza y carácter a los interiores. Todas las estancias se abren a una, dos o tres patios y al panorama, mediante un único sistema de puertas acristaladas. El mismo suelo da continuidad a todos los espacios y difumina los límites entre estancias interiores y patios, que se convierten en extensiones de las primeras.

Por un lado, el lenguaje de la casa se relaciona directamente con la cuestión del hábitat individual tradicional, a la vez que su materialidad (muros encalados, cubiertas inclinadas de teja roja), típica de esta parte de Francia, crea un vínculo físico y cultural entre la construcción y el paisaje. Por otro lado, el juego de volúmenes y el carácter ciego de sus fachadas laterales la convierten en un objeto arquitectónico extraño.

Con su blancura y sencillez, la Villa Tranquila se erige como una oda a una vida despojada de artificios, al igual que el paisaje que la rodea.