Cuando una pareja de Los Ángeles buscaba escapar del ritmo frenético de la ciudad, encontraron su refugio ideal en Nayarit, un pequeño pueblo de pescadores en la costa del Pacífico mexicano. La visión de RVO Studio, liderado por el arquitecto Raúl Velázquez, transformó este terreno frente al océano en una casa que combina la fuerza del brutalismo mexicano contemporáneo con una calidez que solo los materiales locales y el ingenio arquitectónico pueden aportar.
El proyecto desafía las nociones rígidas del brutalismo de los años 60 y 70. Aunque el hormigón expuesto y las formas geométricas siguen siendo protagonistas, esta reinterpretación incorpora elementos como patios interiores, madera sin tratar y pantallas de madera que evolucionan naturalmente con el tiempo. “Queríamos crear un espacio contemporáneo lleno de imaginación, pero también profundamente local y acogedor”, explica Velázquez. Ubicada en una propiedad expuesta frente a una playa pública y rodeada de casas abiertas hacia el mar, la privacidad era uno de los mayores retos del proyecto. La solución vino de un diseño estratégico que combina paneles de madera, patios interiores y la orientación cuidadosa de los espacios. Estas decisiones permiten vistas al océano y una ventilación natural, mientras protegen la intimidad de los propietarios.
Dos grandes áreas
El diseño organiza la vivienda en dos grandes áreas: la fachada frente al mar, abierta para capturar la inmensidad del océano, y una segunda sección más resguardada, destinada a la vida privada y social. La disposición asegura que los residentes puedan alternar entre momentos de introspección y encuentros sociales sin perder de vista el entorno natural. La casa utiliza materiales resistentes y orgánicos para integrarse al entorno costero y resistir sus exigencias climáticas. El hormigón gris, que predomina en la estructura, refleja la honestidad del diseño. La madera sin tratar suaviza la robustez del hormigón y envejece naturalmente, desarrollando una pátina gris que complementa los tonos de la casa.
Para los detalles interiores, la piedra natural y el mármol añaden textura y durabilidad, mientras que un toque azul en la escalera, inspirado en el océano, rompe la neutralidad cromática y aporta dinamismo al conjunto. “Siempre tuvimos en mente que los materiales debían soportar la brisa salada, la humedad extrema y el sol intenso de la costa mexicana”, señala Velázquez. La distribución de los espacios está diseñada para responder a las necesidades tanto sociales como privadas. En el primer piso se ubican las áreas comunes, como salones amplios, cocinas y un patio central que actúa como corazón de la casa. En el segundo nivel, seis dormitorios, una sala de estar y un gimnasio ofrecen un retiro más íntimo. El diseño también incluye una casita independiente con jardín privado, ideal para invitados o momentos de mayor privacidad. Los corredores abiertos y cubiertos conectan las distintas zonas de la casa, aprovechando la brisa marina y el clima soleado de la región.
Mimetizada con el terreno
Uno de los aspectos más únicos de esta vivienda es cómo se adapta al terreno y a sus elementos. El sitio cuenta con un cauce natural de agua de lluvia que fluye desde las montañas hacia el océano, y los arquitectos diseñaron la casa respetando esta trayectoria, permitiendo que el agua fluya sin obstáculos a través de la propiedad. Y es que el diseño de esta casa frente al Pacífico mexicano celebra la arquitectura brutalista, pero también rinde homenaje a la sabiduría de las construcciones locales y tribales. Inspirado en generaciones de ingenio humano que han aprendido a convivir con la jungla, el calor y las tormentas, el proyecto captura la esencia del lugar mientras establece un lenguaje propio.