Huir de los estereotipos en la distribución y recuperar ventilación y luz natural en un piso de los años sesenta, en pleno paseo de la Castellana de Madrid, es lo que se puso como meta la arquitecta Ana Escribano. Los luminosos espacios donde reina el blanco reúnen piezas de autor que miran al futuro.
Ana Escribano combina en su estudio de arquitectura e interiorismo dos obsesiones: racionalidad y pureza de líneas. Con ellas ha ideado la reforma de este piso de 181 m2 y 22 m2 de terraza principal, situado en el madrileño paseo de la Castellana, en un edificio de los años sesenta. Deteriorado y mal conservado, su distribución no encajaba con los nuevos propietarios, una pareja con su mascota.
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"La terraza trasera a la que daban todas las estancias orientadas al este se había cerrado y las habitaciones habían perdido ventilación y luz natural. De modo que decidimos empezar de cero", indica la arquitecta. Para poder cambiar la distribución y adaptarse a las nuevas necesidades, "se hizo una demolición completa, manteniendo solo la piel del edificio y la estructura", comenta.
De este modo, los cinco dormitorios originales se transformaron en solo dos. "A ellos les gusta recibir y cocinar, son ordenados y no querían una distribución convencional y sí tener un vestidor grande, un baño para cada uno dentro de la suite principal y una habitación de invitados que pudiera servir como despacho en caso de teletrabajar", añade.
La clave para lograrlo consistió en distribuir bien los metros y crear ambientes funcionales e intercomunicados, de forma que salón, comedor y cocina ocupan un único ambiente. Este conecta, bien a través de arcos abiertos forrados en madera de nogal, con el pasillo que conduce a los dormitorios, o bien mediante puertas correderas de hierro y cristal, en el caso de la conexión entre comedor y cocina.
"Buscamos la comunicación entre las estancias para introducir la luz de las dos orientaciones de la casa este-oeste y así disfrutar de luz natural según va cambiando a lo largo del día. Para iluminar la cocina se idearon un vano horizontal acristalado y un espejo sobre los muebles altos para que pudiera entrar la luz de la tarde y reflejarse a través del pasillo".
En el caso del dormitorio principal, se ubicó orientado al oeste, mientras que el baño mira al este, con el vestidor como núcleo central en una zona que no precisa de tanta luz natural. El requisito de los baños independientes se ha resuelto con una zona compartida con la bañera exenta y lavabo común, a cuyos lados dos puertas mantienen separadas sendas cabinas con ducha e inodoro, una para ella y otra para él.
La premisa del orden se ha solucionado gracias a "convertir algunas paredes en armarios ocultos y panelar paredes que esconden zonas de almacenaje, por ejemplo en el distribuidor, sin tiradores ni elementos que rompan la estética".
Al protagonismo del blanco en paneles, muebles, armarios, paredes y techos se suman "pinceladas más potentes de colores oscuros que generan verticalidad, altura y energía". En cuanto a los materiales, el suelo es de lamas de madera de roble, salvo en la cocina y en el baño, que es de porcelánico.