“Al comienzo de la obra descubrimos en la huella de un armario estos suelos hidráulicos que inevitablemente marcaron todo el proyecto: la premisa fue darles todo el protagonismo, por lo que el resto del espacio es absolutamente neutro”. Así comienza la interiorista y artista Ana Cubas a contarnos el proyecto de reforma de la casa-estudio para ella y su familia, ubicada en el barrio de Chamberí, Madrid. El resultado es un piso de 115 metros cuadrados, luminoso, con mucha personalidad y capas de historia visibles para ser habitadas por Ana Cubas, su pareja, el fotógrafo Rafael Trapiello y su hija Manuela.
El hallazgo de las baldosas hidráulicas fue totalmente inesperado, según nos cuenta. “Cuando compramos la casa todas las estancias, a excepción de cocina y baño, estaban soladas con parqué en damero, seguramente de los años sesenta. Antes del comienzo de la obra, al retirar un gran armario descubrimos las primeras baldosas y fue inevitable seguir levantando el parqué para ver hasta dónde llegaba el ‘yacimiento’”. Además de las baldosas, se han conservado otros elementos originales como los radiadores de fundición y las carpinterías. Con las huellas de los antiguos tabiques a la vista, decidieron respetar el plano original de 1940, “lo que dota al espacio de una información muy valiosa para nosotros”.
El otro gran protagonista del proyecto es el único muro de carga de la vivienda, en el que aprovecharon para integrar su biblioteca y que tiene mucha presencia en la zona común. “Nos gusta pensar que nuestros libros escogidos conforman una ‘spina’ o ‘muro mágico’, como acabamos llamándolo familiarmente”, añade. Este elemento establece los recorridos por la zona común, que se abrió totalmente en la reforma para aprovechar al máximo la luz. En ella se encuentra el estudio, comunicado con un ventanal con la zona de estar y la cocina. Esta última se encuentra ubicada en la entrada con un pequeño cuarto de despensa cerrado.
En la zona más privada, que da a un patio interior, se ubican los dormitorios y los baños. Las dos zonas están separadas por una puerta de doble hoja que ya estaba en la vivienda y que fue reubicada en el único ramo de pasillo de toda la casa. A diferencia de la zona de día, de colores vivos, la zona de noche mantiene una paleta de colores relajados y más blancos. En general, en toda la casa se apuesta por los colores neutros y los materiales naturales, como el barro y la madera. “Creo que un espacio en blanco es un lienzo perfecto para poner de manifiesto la vida, que es cambiante y caprichosa.
Un contenedor neutro nos permite elegir mobiliario, obras de arte u objetos que nos definan y que sea eso lo que veamos”, señala Cubas. “Esa es la razón de que eligiera para las primeras fotos del proyecto las piezas de Tornasol Studio. Creo que el uso que ellos hacen del color y las formas es justo lo que nuestro espacio necesitaba para dotarlo de ese contenido del que hablaba”. La vida, al fin y al cabo, es la que se convierte en protagonista en este espacio fluido y neutro.