El origen del suelo hidráulico o baldosa hidráulica se remonta a mediados del siglo XIX en Francia. Se trata de un tipo de baldosa compuesta de cemento y pigmento que se consolida mediante su prensado en una prensa hidráulica, de ahí su nombre. El primer fabricante español de mosaicos hidráulicos fue Francisco Garreta, de Barcelona, que en 1867 se presentó en la Exposición Universal de París, bajo el nombre de Garreta, Rivet y Cia, con baldosas hidráulicas imitación mármol que se fabricaban mediante presión sin necesidad de fuego.
El azulejo es un material moderno, limpio y relativamente económico, pues no necesita cocción. Y en su momento supuso una revolución, pues pocos se resistían a tener por primera vez suelos decorados en sus hogares a precios accesibles.
Con la llegada del modernismo, artistas como Antonio Gaudí lo pusieron de moda, utilizando este tipo de suelo en edificios e incluso en la acera del Paseo de Gracia de la ciudad condal. Los diseños más típicos incluían motivos geométricos, florales y vegetales, con muchos colores y composiciones muy llamativas. En los años 60 eran uno de los materiales más utilizados en las casas, convirtiéndose en tendencia decorativa hasta bien entrada la década de los 70.
Hoy no es habitual que se utilicen en nuevas residencias, pero hay veces que, bien porque aparecen cuando se está realizando una reforma, bien por consejo del arquitecto o interiorista que está llevando a cabo un proyecto o incluso porque a los propietarios les gusta el efecto, lo cierto es que no son pocas las veces en que hacer del suelo hidráulico una apuesta, ha sido sin duda, la decisión más acertada. Estos ejemplos lo demuestran.