Nada mejor para convencer de las bondades de tu trabajo que predicar con el ejemplo. Jeremy Bull y su pareja, Tess Glason, al frente del estudio australiano Alexander & Co., llevaban tiempo queriendo comprar una casa adyacente a la suya en Bondi Junction para convertirla en la sede del despacho.
Cuando la ocasión llegó, lo que en principio iba a ser una oficina convencional acabó transformándose en una propuesta híbrida que aúna despacho, vivienda ocasional para cualquiera de los 24 empleados de la firma e, incluso, la propia pareja y sus cuatro hijos, lugar de encuentro e intercambio con los clientes y, last but not least, prototipo de hábitat para explorar soluciones relacionadas con la sostenibilidad, la huella de carbono y la innovación medioambiental, un terreno en el que Jeremy y Tess muestran una especial sensibilidad.
Para ello respetaron la fachada original del edificio, pero demolieron el resto para levantar una vivienda de cuatro plantas –incluyendo el sótano, donde se localiza parte de la oficina y la biblioteca de materiales–, con una superficie total de 250 m2. En la planta baja se ubica una zona de día diáfana a doble altura comunicada con un patio interior. En la planta altillo, sobre la cocina, se sitúa otro espacio de trabajo más tranquilo asomado a la zona de día, además de una biblioteca y sala de reuniones, mientras que en el nivel superior se ha habilitado un loft con un dormitorio. “Las limitaciones del emplazamiento fomentaron la creatividad a la hora de englobar las diversas funciones del programa que nuestro equipo necesitaba, con cada uno de los cuatro niveles concebidos para funcionar por separado y transicionar con el tiempo –señala Jeremy–. Cada estancia nos permite ofrecer una experiencia residencial a nuestros clientes y un entorno de trabajo flexible al equipo”.
La paleta de materiales inspira lo que los autores llaman una “sensación de hallazgo”: madera recuperada de la construcción original, ladrillos de tierra apisonada a partir de residuos de obra, cemento, revoco pulido y acentos de bronce y piedra. “Hemos elegido materiales y acabados inherentemente imperfectos, expresivos y que muestren su edad”.
Los arquitectos han colaborado con diseñadores y artesanos locales para crear elementos del mobiliario y la iluminación, que se combinan con piezas vintage, algunas personalizadas.
Por último, detalles arquitectónicos como la ventilación cruzada y los muros aislados, y de equipamiento como los dos depósitos subterráneos con capacidad de 22.000 litros y sistema de reutilización de aguas grises para uso sanitario y riego, la instalación fotovoltaica para generar del 60 al 80 % de la electricidad consumida y una “granja” de gusanos de la firma Subpod capaz de procesar 15 kg de residuos alimenticios a la semana enfatizan la apuesta del estudio por una arquitectura residencial con los deberes bien hechos en materia medioambiental. Como declaración de intenciones no está nada mal.
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