Corría el año 2019 cuando la propietaria de un bloque de apartamentos en la Ciudad Condal contactó al despacho P-M-A-A que Jaime Fernández Laynez tenía con varios socios más. "Quería que le reformásemos un piso de 30 metros cuadrados para sacarle la mayor cantidad de habitaciones posibles", recuerda el arquitecto. Era la única premisa de la clienta, porque el resto vino determinado por el mal estado del edificio. De ahí que el suelo lo revistieran con una losa de hormigón visto como refuerzo y, para los techos, una cercha en diagonal de color amarillo que, por otro lado, a los arquitectos les sirvió para trazar la distribución. "El tema está en que en el apartamento solo caben dos habitaciones, que por lo general iban a ser destinadas para huéspedes que o son familia o ya se conocen", puntualiza Laynez.
Él comenta esto último porque la cercha amarilla configura las dos habitaciones pero no de manera física, sino con una separación que es psicológica y visual. En una se incluye el dormitorio y la otra, la que da a la calle, es común y multiusos. "A esas dos estancias se le puede instalar una cortina para dividir ambientes", añade el arquitecto, señalando a su vez el otro elemento configurador de la casa, un cubo que colocaron en el medio (forrado por fuera con acero galvanizado y por dentro, con baldosas de gresite blanco en suelos y paredes y un techo de cristal), cuya cara exterior alberga la cocina y la interior, el baño con todo lo necesario. Sin duda, una solución bien distinta a la que Laynez trazó por su cuenta en el piso de arriba, concretamente para su propio apartamento.
Ahí vive y trabaja él ahora, en un espacio que viendo las fotos parece casi monástico, y para el que vació todo lo que había en su interior, derribando tabiques divisorios y dejando diáfanos los 30 metros cuadrados. "De nuevo, la idea aquí era crear una casa para dos personas máximo", detalla el autor, quien revistió tanto suelos como paredes de un blanco brillante (el suelo de madera, de hecho, se pintó de ese tono) y, justo después, partió del concepto de la simultaneidad de usos, de acuerdo a él: "Nadie utiliza dos espacios a la vez. Cuando te duchas no estás comiendo, y cuando comes no estás durmiendo".
A lo que se refiere es que adentro todo es móvil (también porque, de cara a un futuro, hay posibilidad de conectar el piso con el de al lado). O sea, que el mueble de la cocina de acero inoxidable y con ruedas puede desplazarse cuando no se está utilizando, igual que el aseo (el cilindro central) o el armario metálico. En cuanto al dormitorio, al reducirse a una cama y ubicarse en el altillo, no supone un estorbo durante el resto del día. Laynez reconoce que a los suyos, efectivamente, les sorprende que él viva de esta forma tan minimalista: "Les choca especialmente la ducha y el altillo, y la mesa". La única que hay en el apartamento, que es de madera de pino, también se puede mover y tiene una base triangular, tal y como su dueño la describe: "Es una mesa enorme pero, por su configuración, encaja perfectamente con el tamaño mini de la vivienda".