“La elección de la estructura es sinónimo de la elección de la luz que da forma a ese espacio. La luz artificial es sólo un breve momento estático de la luz, es la luz de la noche y nunca puede igualar a los matices creados por las horas del día y la maravilla de las estaciones", decía Louis Isadore Kahn sobre las monumentales a la par que atemporales obras arquitectónicas en las que el hormigón, el ladrillo y la luz se manifestaban sin artificios para crear entes monolíticos al servicio de la población. Hoy se cumplen 46 años desde que se encontró su cuerpo sin vida en la neoyorquina estación de Pensilvania tras volver de un viaje a la India, pero su legado no ha perdido ni un ápice de su influencia y contemporaneidad.
Nació en Estonia bajo el nombre de Itze-Leib Schmuilowsky, aunque a los cuatro años emigró junto a su familia a Estados Unidos, concretamente a Filadelfia. De hecho, desde 1957 hasta su fallecimiento trabajó como profesor en la Universidad de Pensilvania después de haber hecho lo propio en la Universidad de Yale durante una década a partir de 1947.
Tras graduarse en 1924 en la misma Universidad de Pensilvania en la que acabaría dando clases, Kahn no dudó en preparar su maleta y viajar hasta Europa solo, como a él le gustaba. Aquel tiempo que pasó en el Viejo Continente le cambió por completo, ya que estando en Roma se dio cuenta de que, por encima de las modas, los edificios que más le emocionaban eran aquellos eternos que se alejaban de las tendencias más modernas y pioneras de la época. Esto último fue algo así como un mantra para él a lo largo de toda su trayectoria desde que decidió abrir su propio estudio en 1935.
En vida puede que el gran público no le tuviera en consideración (su cuenta bancaria jamás fue rimbombante y quienes le conocieron afirman que principalmente vivía por y para el trabajo alejado de cualquier atisbo de lujo), pero eso no quita que aún en nuestros días siga siendo uno de los arquitectos unánimemente más queridos y alabados por sus colegas de profesión. La majestuosidad del Instituto Salk de Estudios Biológicos en La Jolla o el dramatismo lumínico que ideó en la Biblioteca de la Academia Phillips Exeter en New Hampshire siguen siendo décadas después objeto de estudio y admiración en todas las facultades de arquitectura del globo. Y lo mismo puede decirse de la Asamblea Nacional de Bangladesh, un icono que nunca vio terminado del mismo modo que el Four Freedoms Park de Nueva York, el cual acabó construyéndose casi cuatro décadas después de que originalmente lo concibiera.