El diseño original hablaba de una pequeña nave de uso doméstico en una casa hoy desaparecida y hasta de un callejón casi imperceptible. Espacios de aroma inolvidable, sombríos, cruzados eventualmente por un fino rayo de luz. Eso fue lo que se encontró Iniesta Nowell Arquitectos, una antigua bodega de casi 385 metros cuadrados que mantenía, eso sí, toda la esencia de la ciudad andaluza de Jerez de la Frontera y sus deliciosos vinos.
"En la ciudad de Jerez de la Frontera las bodegas comparten lugar con el resto de las casas, conformando el centro histórico, definiendo un perfil urbano característico que mucho tiene que ver con la forma de hacer vino de esta zona del sur de España. El sistema de crianza de soleras y criaderas deja reposar el vino en estructuras verticales formadas por varias botas (barricas de vino) en el interior de un tipo de bodega característico que tiene que ser amplio, oscuro, ventilado y fresco", cuenta Rafael Iniesta Nowell.
A partir de finales del siglo XVIII, el vino de Jerez comenzó a exportarse mundialmente y las bodegas pasaron del entorno doméstico al industrial sin abandonar el ámbito urbano. La forma de la ciudad está desde entonces ligada a la producción del vino, donde aparte de las bodegas han sido necesarias toda una serie de calles, patios y espacios accesorios para las diversas labores de mantenimiento, limpieza y reparación de botas. Con el paso del tiempo muchas de estas naves se han reciclado para multitud de usos, como comercios, oficinas, gimnasios, viviendas... "La bodega de este proyecto había sido utilizada anteriormente como almacén de muebles y se encontraba en situación de abandono fuimos contactados para transformarla en una vivienda".
Recuperar esta bodega era una oportunidad para encontrar una parte de la ciudad histórica de esa trama de callejuelas de servicio que conforman la `ciudad B´ vinculada al mundo del vino de Jerez. Una ciudad dentro de la ciudad. "Partimos de una edificación muy compacta, sin ventilación, donde se decide trabajar a la inversa, buscando las trazas del callejón de servicio y abriendo un nuevo patio trasero. Un lugar de encuentro, una estancia más de la casa con una pequeña alberca donde refrescarse".
En la fachada principal se sitúa la zona de estar y la cocina, manteniendo el carácter monumental que le otorga la altura originaria de la edificación, mientras que en la parte trasera, las habitaciones se disponen en dos niveles con fachada al patio con alberca. "Se disponen espacios con una configuración abierta y transversal permitiendo cruzar con la mirada el edificio, tanto de sur a norte como de este a oeste". La distribución queda pues dividida en dos salones, cocina con comedor, cuatro dormitorios y tres baños, además de un patio con una pequeña piscina y terraza.
"La obra se convierte en un proceso de estudio y adaptación de las pre-existencias, donde hemos trabajado con sistemas y materiales comunes de la arquitectura bodeguera, como son la caliza de la zona, cal, madera de pino y hierro. Desde un profundo respeto por la tipología y los sistemas constructivos, hemos reciclado una estructura olvidada en una casa andaluza, mediterránea. A la vez que hemos puesto de nuevo en servicio parte de la trama urbana de la ciudad de las bodegas que sigue siendo hoy en día Jerez". Ole.