Hay un bosque en Utrecht con una cabaña en la que ha desaparecido el misterio. No la rodea la oscuridad ni la merodean personajes que se esconden entre paredes sin ventanas esperando niños despistados. Al contrario: en ella todo es luz, claridad, aire, visión, vida, belleza. El cuento ha cambiado y se ha ido al otro extremo, porque la cabaña es un verdadero escaparate. El proyecto lo firma el estudio de arquitectura Zecc con los interioristas Roel van Norel, consistiendo en una inteligente construcción dominada por el cristal donde se ve, se toca y se vive el interior desde el exterior.
La cabaña, de 30 metros cuadrados, se construyó sobre una antigua caseta de jardín, donde se guardaban los utensilios de trabajo de una finca. Ese fue el origen y aquella sencillez primera inspiró la construcción actual. La nueva casa, por fuera, tenía que tener lo mismo: un tejado a dos aguas de piedra, con chimenea y un revestimiento de madera roja de cedro. Pero a diferencia de lo que ocurría con la vieja caseta, la nueva construcción debía conseguir aliarse con el exterior de tal manera que no fuera percibido el contraste entre dentro y fuera: el espacio tenía que disfrutar de la naturaleza y del ambiente único al máximo.
El proyecto cumplió su cometido gracias a la confección de una fachada de cristal y juntas de acero única y atrevida que actúa como si fuera un escaparate al bosque. También con la utilización de elementos muy pensados y hechos a medida, como unas persianas de madera colocadas en otra pared lateral de cristal y que se abren totalmente dejando entrar luz a raudales o se cierran convirtiendo la casa en un auténtico cascarón.
En el interior, toda la casa es una labor exquisita de ebanistería y de artesanía, ya que el espacio reducidísimo ha obligado a razonar cada rincón y cada centímetro cuadrado hasta el punto que, por ejemplo, incluso el zócalo de la cocina está concebido como un cajón. Se ha diseñado de forma asimétrica, concentrando en la pared lateral cerrada la cocina y todos los armarios y espacios de almacenamiento. La zona frontal, que queda junto a la fachada principal de cristal, está destinada a la vida de día –cocina, salón y comedor–, mientras que la trasera es para el descanso. Los ambientes se separan mediante paneles y encima del dormitorio hay un pequeño altillo. Impresionante cómo puede caber una vida de cuento en 30 metros cuadrados.