Bauhaus significa en alemán “casa en construcción”, y muchas cosas más. Es una sinécdoque, la parte que explica un todo, y ese todo es una forma de diseñar, crear y concebir el mundo tan original, moderna y disruptiva que, un siglo después, se sigue recurriendo a ella como referente. A pesar de que como escuela de arquitectura y diseño duró relativamente pocos años (1919-1933) y de la itinerancia de su sede, de Weimar a Dessau con final de trayecto en Berlín, el legado de la Bauhaus ha tenido continuidad en el tiempo. Ya lo vaticinó su fundador, el arquitecto, urbanista y diseñador alemán Walter Gropius, cuando dijo “si tu contribución ha sido vital, siempre habrá alguien que retome el trabajo donde lo dejaste”. Y así ha sido.
Poco después de que los nazis clausuraran la escuela, uno de sus maestros, László Moholy-Nagy, cogió el testigo y lo llevó al exilio americano. En 1937, la New Bauhaus abrió sus puertas en Chicago importando esa idea pionera de integrar la tecnología en el diseño, que años más tarde seduciría también a Steve Jobs. El alma máter de Apple amaba la Bauhaus, a la que descubrió a través de otro de sus profesores exiliados, Herbert Bayer. Con él aprendió que “un objeto debe cumplir útilmente su función, ser duradero, económico y bello”, y que la estética debía contemplarlo todo, incluida una tipografía simple, limpia y sin remate.
Gropius fue tan visionario al presentar el plan de estudios de la Bauhaus en un diagrama en el que convergían las diferentes disciplinas, que una inventora del futuro como es Neri Oxman lo ha versionado para que los estudiantes e investigadores del MIT Media Lab combinen arte, arquitectura, diseño, biología, computación e ingeniería de materiales.
El testigo europeo
La Unión Europea es, por ahora, la última en querer beber de este manantial de inspiración que es la Bauhaus. Quizá porque la propuesta parte de la presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, y de dos comisarias más de su equipo, la NEB (por sus siglas en inglés) plantea dinámicas más en femenino. Pretende replicar de la Bauhaus su esencia creativa, colaborativa, integradora, inclusiva, dialogante, horizontal, empática e idealista. En su presentación, Von der Leyen lo definió como “un espacio de cocreación donde arquitectos, estudiantes, ingenieros y diseñadores trabajen juntos” para repensar nuevas formas de vivir más sostenibles, bellas y en comunidad. Crear hábitats alineados con el Pacto Verde Europeo, que contemplen arte, cultura, inclusión social, ciencia y tecnología a partir de un trabajo en red que estimule la educación, investigación y emprendeduría de proyectos hechos con la mente y el corazón. Así lo hacían en la Bauhaus, un movimiento que sigue cumpliendo su propósito de inventar el futuro.