Corría 2013 cuando el Ayuntamiento de Montpellier lanzó un concurso para que diversos arquitectos idearan un gran edificio al borde del río Lez que cambiase para siempre la fisionomía de la ciudad francesa. Los jóvenes Manal Rachdi y Nicolas Laisné acabaron siendo los ganadores. Pero lejos de trabajar en solitario decidieron aliarse junto al japonés Sou Fujimoto, quien se mostró muy interesado en colaborar con ellos. La relación se estrechó cuando Rachdi y Laisné prepararon sus maletas y se dirigieron a Tokio para idear su idea junto al afamado arquitecto nipón. L’Arbre Blanc (El Árbol Blanco) empezaba a tomar forma.
Ahora, más de un lustro después, el edificio ya es una realidad. Compuesto de 17 pisos de altura, lo que más destaca de este nuevo rascacielos de apartamentos son los balcones en voladizo que sobrevuelan por toda su estructura, que recuerdan a las ramas de un árbol. Dichos balcones, asimismo, contribuyen a la ventilación, algo del todo imprescindible en una ciudad en la que el sol reina a sus anchas prácticamente durante todo el año.
Técnicamente L’Arbre Blanc también es todo un prodigio técnico porque ha sido expresamente pensado para poder resistir cualquier terremoto. De ahí que su fachada sea muy ligera y extremadamente flexible. Prácticamente cada mes la ciudad sufre seísmos leves, por lo que era de vital importancia que esta nueva edificación que preside su skyline resistiera cualquier contratiempo.
Las zonas públicas y comerciales se distribuyen tanto en la base de la torre como en sus últimas plantas, donde los residentes o cualquier ciudadano que lo desee se encontrará con un jardín panorámico en la azotea que desde ya puede presumir de tener una de las mejores vistas de la ciudad. No cabe duda de que L’Arbre Blanc a partir de ahora será toda una atracción turística, así como una foto recurrente en las redes sociales.