En el panorama de los arquitectos estrella, César Pelli era un rara avis. Hizo tanto como cualquiera para evolucionar la forma del rascacielos, pero siempre se mantuvo en el anonimato. Su obra hablaba por él.
César Pelli murió el pasado viernes en San Miguel de Tucumán (Argentina) su tierra natal. Tenía 92 años y estaba inmerso en la construcción de un centro cívico. Es el final de un arquitecto que construyó grandes obras pero cuyo nombre permaneció en la sombra.
César Pelli creía que los edificios debían ser ciudadanos responsables, y que las cualidades estéticas de un edificio debían crecer a partir de las características específicas de cada proyecto, como su ubicación, tecnología de construcción y propósito.
De él se dice que era un hombre cálido y amable, una presencia conciliadora tanto en en su vida y en su trabajo, un arquitecto de gran dignidad y creatividad que hizo tanto como cualquiera en la última generación para evolucionar la forma de los edificios.
Conoció a su mujer, la arquitecta y paisajista de Gijón Diana Balmori, cuando eran unos niños. Estudiaron arquitectura juntos, y a base de mucho esfuerzo y de privarse de caprichos, consiguieron completar sus estudios en la universidad. La pareja empezó a trabajar a cuatro manos, y una de sus primeras oportunidades llegó cuando, tras haber trabajado casi una década para el finlandés Eero Saarinen, autor de la terminal de la TWA en el aeropuerto Kennedy, les encargaron la ampliación del edificio del Moma de Nueva York. Corría el año 1977.
Después vinieron otras grandes obras. Como las torres Petronas de Kuala Lumpur (Malasia), el Word Financial Center de Nueva York o el Museo Nacional de Arte de Osaka. En España ha firmado tres grandes edificios: la Torre de Cristal de Madrid, la Torre Sevilla, en la capital andaluza, y la Torre Iberdrola, en Bilbao.
Aunque fue un arquitecto que vivió mayormente en el anonimato, su obra fue reconocida en diversas ocasiones. En el año 2006, recibió el Premio a la Vida y Obra,otorgado por el Premio Obras Cemex. Y en 2012, la Fundación Konex le dio el Premio Konex de Brillante como la figura más relevante de las Artes Visuales de Argentina de la década.