Los deliciosos caldos de Beronia ahora tienen una bodega nueva enterrada entre los viñedos de Ollauri, la Rioja Alta, gracias al estudio de arquitectura IDOM. Y esto no es baladí, porque el paisaje es tan espectacular que ambos, estudio y bodega, tenían claro que era eso y no el edificio en superficie, quien tendría que seguir visible sin alteraciones. España, el bello país del vino, que decía J.W.V. Goethe.
"La parcela se encuentra ubicada en el entorno de la Rioja Alta, en el municipio de Ollauri", nos cuentan desde el estudio. "Las pendientes del entorno son muy suaves, formando una meseta en la que se extienden los terrenos de viñedo, salpicados de pequeños cerros. Esta meseta está presidida a norte y sur por sendas formaciones montañosas. Y hay otros viñedos, bodegas históricas y pueblos alrededor, salpicando la orografía colindante, como Rodezno, Briones o Haro".
Las edificaciones tradicionales tienen una estructura organizativo-productiva tremendamente eficaz y sostenible. En planta alta se dispone la vivienda, en planta baja la recepción de la uva y en planta sótano, encastrada en el terreno, la nave de fermentación, el calado. Dicha construcción garantizaba la estabilidad térmica del vino de manera tan eficaz, que acabaron cuajando el subsuelo de los pueblos circundantes. Y esta lección fue tenida en cuenta a la hora de ubicar el proyecto en la parcela.
El terreno es protagonista
"La bodega se encastró aprovechando un salto de terreno de 8 metros en forma cóncava con orientación sureste, dejando el programa productivo enterrado y situando sobre la rasante el programa social. Esta estrategia permite la producción por gravedad, de forma que el vertido de la uva se lleva a cabo en el nivel superior procesándose de manera descendente. También el aprovechamiento de la inercia térmica, para que los espacios de producción, crianza y almacenaje de vino están enterrados. Y por último se consigue la integración en el paisaje, conectándolo el de la cota superior e inferior a través del propio edificio".
La bodega se articula en torno a dos grandes bloques de programa. El programa productivo, bajo rasante y el programa social y enoturismo, sobre rasante. El primero, estrictamente funcional, se organiza en tres paquetes (depósitos, barricas y jaulones) que se articulan en un proceso lineal. Dichas piezas se adecúan al terreno formalizándose en naves rectangulares, cuya posición y dimensión se optimizó para adaptarse a la geología de la zona evitando la roca del subsuelo y equilibrando el movimiento de tierras.
El programa social se ubica sobre rasante y se encuentra en estrecha relación visual con el paisaje y con el proceso productivo, sin interferir. Este binomio industria-territorio es pretendido y busca hacer de esta transparencia una experiencia global. Más que un simple contenedor genérico de un proceso industrial, en el que la maquinaría de producción, independiente del entorno, expide un producto vendible, la bodega es una respuesta unitaria al lugar, al programa y al proceso productivo. Un edificio que se integra en el paisaje, que enraíza en la profundidad de la tierra, participando de sus ciclos y resultando en un intercambiador respetuoso entre la naturaleza y el producto final, el vino. Y es que ya lo decía Lorca, me gustaría ser todo vino y beberme yo mismo.