Alertaba el escritor israelí Yuval Noah Harari a su paso por España hace unos meses, acerca de la Inteligencia Artificial (IA), que "hemos inventado algo que nos arrebata el poder, y no sé si podremos sobrevivir a ello". El autor de Sapiens. De animales a dioses (2011) no es el único ni el primero en advertir de la disruptiva aparición de las máquinas pensantes.
Tendríamos que remontarnos a los años ochenta para detectar un pánico similar. Recordemos a los robots existencialistas del mítico film de Ridley Scott Blade Runner (1982).
También al pobre Garri Kaspárov, el mejor ajedrecista de su época, que pasó de vencer sin inmutarse a los 32 computadores más avanzados del planeta en 1985 a perder contra uno solo de ellos, el todopoderoso Deep Blue, en 1997.
Sin embargo, el "fin de la historia" que predijo Harari podría, ahora sí, estar más cerca que nunca ante el imparable avance de la IA.
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¿Qué es exactamente la IA?
Según la Real Academia (RAE), este concepto se define como "una disciplina científica que crea programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana".
Esto es, una suerte de "replicante" digital (parafraseando a los androides de la película citada) que, insertada en nuestros ordenadores, recaba información de grandes bases de datos para generar algo nuevo. En el peor de los escenarios podría llegar a sustituirnos. En el mejor, convertirse en nuestra mayor aliada.
El escritor, músico e investigador Lluís Nacenta, comisario de una exposición en el museo CCCB de Barcelona sobre el tema (abierta hasta el 17 de marzo de 2024), es, por suerte, más optimista.
"La IA no es algo ajeno a lo humano, como una fuerza ignota que hubiera llegado del espacio exterior, sino que, como el resto de tecnologías que hemos ido desarrollando a lo largo de la historia, forma parte de nuestro modo de relacionarnos con el mundo.
No es plenamente artificial, a pesar de su nombre, y puede ser una herramienta muy útil para el proceso creativo. Bien usada permite contrastar ideas, proponer esquemas y resúmenes y hasta propiciar cambios de perspectiva inesperados y fecundos", explica.
Esto es, o será, si conseguimos limitar sus peligros, como intenta la reciente ley de la Unión Europea, que entrará en vigor en su totalidad en 2026, poniendo coto a sus desmanes en materia de privacidad, seguridad o sesgos.
O la lucha del activista Matthew Butterick contra Microsoft, OpenAI o Meta para proteger los derechos de autor de escritores, fotógrafos, programadores y otros colectivos "en peligro de extinción", una vía a la que ya se ha sumado el influyente The New York Times, entre otros medios.
¿Cómo afecta al diseño?
"Los robots, contrariamente al pensamiento popular, hacen que los seres humanos seamos mejores, rápidamente mejores", defienden desde Zaha Hadid Studio, quizás el despacho que con más entusiasmo herramientas como DALL-E, Midjourney o ChatGPT, las tres más alabadas en el sector.
Su CEO, Patrik Schumacher, asegura que entre un 10 y un 15 % de los visuales generados con IA por su departamento pasan el corte. Y es que, por el momento, la Inteligencia Artificial en este ámbito se utiliza principalmente en las fases iniciales de un proyecto, sobre todo en el diseño, como un gran moodboard automático que en cuestión de minutos, si no segundos, consigue "parir" miles de imágenes a partir de textos y conceptos sugeridos por los profesionales.
En un futuro no muy lejano, sin embargo, se espera que ayude con el cálculo, la domótica, la seguridad, el mantenimiento diario de los edificios y, sobre todo, con lucha contra el cambio climático.
"Es increíble lo rápido que puede transformar un boceto en una representación fotorrealista o cómo ChatGPT realiza una investigación exhaustiva sobre el consumo de energía operativo de una idea en apenas 30 minutos".
Esto nos cuentan desde el holandés MVRDV, uno de los estudios más punteros en estas lides, junto a Foster+Partners, los estadounidenses Olson Kundig y Gensler o el danés Bjarke Ingels, de BIG Architects. En España, Estudio Lamela creó hace dos años un departamento específico.
"La usamos en la iluminación de escenas, el diseño de proyectos y la participación en concursos. De momento la estamos incluyendo fundamentalmente en las fases iniciales, pero prevemos una integración aún mayor en el medio plazo, ayudando en simulaciones más complejas, análisis de datos y modelos predictivos para refinar y optimizar nuestras propuestas", nos cuentan.
¿Profesionales en peligro?
"Aunque aporta capacidades transformadoras, creemos firmemente que la IA complementa, y no sustituye, porque aumenta nuestro potencial creativo, automatiza las tareas repetitivas y proporciona información valiosa, lo que nos permite centrarnos más en la conceptualización y la innovación", siguen los proyectistas españoles, de acuerdo con las teorías de Patrik Schumacher y otros colegas internacionales.
En cualquier caso, "la dependencia excesiva de la tecnología y la falta de rigor en la selección o verificación de los resultados pueden conducir a fantasías inviables", avisan desde MVRDV.
Es decir, todavía (el tiempo es clave) se necesita la supervisión humana. Es probable, eso sí, que los equipos de arquitectos sean cada vez más pequeños debido a la rapidez y la facilidad con la que las nuevas herramientas realizan complejas operaciones matemáticas y adaptan la imaginación a la normativa de edificación y al terreno.
Sin embargo, corrigiendo sus excesos, protegiendo los derechos de autor de los creadores y aplicándola de forma racional, quizá las inquietantes palabras de Harari o las "lágrimas en la lluvia" del maravilloso monólogo final del replicante Roy Batty en Blade Runner no sean más que cantos de sirena apocalípticos sin una base real.
"En términos generales, e intentando hacer un ejercicio de proyección, mi opinión es que la IA se ocupará por sí sola de los procesos creativos que en realidad no son tan originales porque es una creadora mediocre, pero altamente eficiente, rápida y disciplinada.
Muchos productos culturales que se gestionan y se consumen en masa, y que en verdad no requieren de aportaciones realmente nuevas, podrán ser iniciados por ella, y tal vez las personas debamos concentrarnos en las labores creativas realmente motivantes y transformadoras", concluye Lluís Nacenta.
Parece pues que en el convulso y líquido 2024, donde no hay certezas, los humanos seguiremos ganando. De momento.