Muchísimo antes de que Frank Gehry levantara el Guggenheim de Bilbao, en él ya había un interés por buscar fórmulas insólitas con las que conectar volúmenes y espacios. Lo demostró en uno de sus primeros proyectos, una casa de 1965 en la concurrida Melrose Avenue de Hollywood que el arquitecto resolvió con un presupuesto ajustadísimo de 80.000 dólares. Era lo máximo que podía pagarle su cliente, el diseñador gráfico Louis Danziger, por un encargo que en apariencia no era tan sencillo: había que conectar la vivienda con el espacio de trabajo y el jardín amurallado. Hoy, en 2022 se puede ver el resultado de aquello en primera persona, porque Danziger ya no vive ahí con su familia. La casa se llama ahora Seventh House y en su interior alberga una galería dedicada al mobiliario art déco de principios del XX, junto a piezas posmodernas y contemporáneas.
Figuran mesas por ejemplo de los años sesenta a cargo del histórico dúo Curtis Jeré, consolas de Ettore Sottsass, más mesas de Enzo Mari datadas de los setenta y diseños estadounidenses mid century hechos en madera –algunos incluso por George Nakashima-, los cuales se exponen a lo largo de todo el edificio, habitando cada estancia incluida la cocina y también la terraza. Allí hay varios productos de la firma neoyorquina Green River Project, como una mesita de madera pintada en azul marino o un taburete construido únicamente con cinco pedruscos. Cuatro actúan de patas, y la roca más grande funciona a modo de asiento.
Lo interesante es que, mientras uno contempla tales muebles y objetos, también puede constatar que a Gehry, ante tal presupuesto, no le quedó más remedio que optar por el racionalismo y reducir los costes de construcción. De hecho salta a la vista rápidamente, ya que el arquitecto no escondió la falta de medios sino que la convirtió en ornamento, hasta el punto de que los techos revelan cuáles son sus materiales y acabados sin recurrir a revestimientos o al clásico pladur.
Para las paredes de la fachada, además, la solución que Gehry ingenió todavía se estudia en las facultades de arquitectura como un ejemplo de sostenibilidad. Al ser Melrose Avenue una calle altamente concurrida, lo que él hizo fue utilizar un estucado rugoso y soplado, y de un color gris lúgubre y apagado, con lo que evitó que las paredes tuvieran que repintarse cada vez que el muro se ensuciara por el aire contaminado de la zona: el tráfico de coches de la avenida era entonces y sigue siendo aún una auténtica pesadilla. Ahora bien, de lunes a sábado hasta las 5 de la tarde, cualquiera que visite la Seventh House comprobará que adentro reina el silencio y la tranquilidad absoluta.
Podrá hacerlo probando un sofá de mohair obra de Pierre Paulin y chaise longues de Maria Pergay en alpaca y aluminio, a la vez que observa lámparas como la que diseñó Gabriel Guévrékian en 1928 –una pieza rescatada del apartamento parisino de Pierre Delebart- o los singulares ventanales en forma de claraboya.
El arquitecto los instaló en los espacios de doble altura, arriba del todo, con el objetivo de que ningún transeúnte viese lo que ocurre dentro de la casa, proyectando así un edificio libre de distracciones visuales. Y hay pruebas. A Danziger le ayudó a relajarse y concentrarse al máximo en su trabajo, considerado de los más relevantes dentro del diseño gráfico estadounidense del siglo pasado.