La historia del diseño está repleta de contradicciones fascinantes. La chaise longue es cómoda pero poco práctica, los apliques de diseño iluminan menos pero brillan más en cuanto a estilo, y ahora, gracias a Bjarke Ingels, la sostenibilidad puede ser hedonista. El arquitecto danés ha convertido los oxímoron en su lenguaje creativo, dando vida a conceptos como “utopía pragmática” y “sostenibilidad hedonista”. Pero, ¿qué significa realmente este último término?
En una entrevista reciente en nuestra revista, Bjarke Ingels, el visionario arquitecto al frente de BIG Architects, resumió su filosofía con estas palabras: “Seguimos ampliando la idea de la sostenibilidad hedonista, la convicción de que una ciudad sostenible no solo es mejor para el medioambiente, sino también más agradable para sus habitantes. Eso continúa estando en el núcleo de lo que tratamos de hacer”. Una declaración breve, pero poderosa.
Hablemos claro: asociar la sostenibilidad con el hedonismo puede parecer un disparate. No solemos vincular el cuidado del medioambiente con el placer, sino con deberes. Reciclar, reducir el consumo de energía o evitar el plástico no suelen despertar euforia. Pero para Ingels, la clave está en replantear el enfoque. ¿Por qué no hacer que las soluciones sostenibles sean también irresistibles?
Entre pistas de esquí y puentes-museo
Bjarke Ingels no habla de abstractos: construye realidades tangibles que demuestran cómo sus ideas se materializan. Tomemos como ejemplo CopenHill, una central de energía en Copenhague que convierte residuos en energía limpia y cuya cubierta alberga una pista de esquí abierta todo el año. Este edificio no solo responde a una necesidad ambiental, sino que transforma una infraestructura urbana en un destino de ocio.
Otro ejemplo es The Twist, un puente-galería que conecta dos orillas de un parque escultórico en Noruega. Aquí, Ingels desafía la percepción tradicional de lo que debe ser un puente y demuestra que la arquitectura puede ser multifuncional: un lugar de paso, arte y contemplación.
Redefiniendo la sostenibilidad (con un toque de placer)
La filosofía del hedonismo sostenible es una propuesta de vida, una manera de entender las ciudades como ecosistemas diseñados para el bienestar de sus habitantes. Según Ingels, una ciudad verdaderamente sostenible no debería exigirnos sacrificios constantes, sino invitarnos a disfrutar de sus beneficios: más áreas verdes, mayor conectividad, espacios públicos que fomenten la interacción y edificios que, además de reducir emisiones, nos sorprendan y emocionen.
Esta visión plantea un reto crucial: abandonar la mentalidad de “lo ecológico es aburrido”. La sostenibilidad no tiene por qué ser sinónimo de restricciones; puede ser sinónimo de expansión. Más diseño, más innovación, más integración entre naturaleza y tecnología. Ingels lo resume con claridad: “Una ciudad sostenible no solo es mejor para el medioambiente, sino también más agradable para sus habitantes”. En otras palabras, vivir bien y cuidar del planeta no son objetivos opuestos; son partes de un mismo propósito.
Un futuro donde todos ganamos
La sostenibilidad hedonista es una invitación a repensar cómo vivimos y cómo interactuamos con nuestro entorno. Desde transformar las ciudades en espacios más agradables y habitables hasta integrar soluciones ecológicas que beneficien tanto al planeta como a las personas, la visión de Bjarke Ingels nos recuerda que el diseño tiene el poder de cambiar el mundo. Y si en el proceso conseguimos una pista de esquí o un puente-museo, pues mejor. Salvar al planeta debe ser un placer.