En el número de enero de Arquitectura y Diseño, que ya está en el quiosco, y dentro de nuestro Especial Oficinas, encontrarás un artículo dedicado a uno de nuestros arquitectos más importantes, Antonio Lamela. Él gestó buena parte del Madrid moderno: las Torres Colón, el edificio Pirámide de Mutua Madrileña, el hotel Melià Princesa o el estadio Santiago Bernabeu son suyos. Todos ellos salieron de su despacho, situado en la sexta planta de O'Donnell 34. Un espacio mágico que está tal y como él lo dejó.
El propio Lamela levantó este edificio, el primero pensado para albergar oficinas en la capital a la manera en que lo había visto en sus viajes, promoviéndolo con un grupo de amigos abogados, médicos... Y cerca de su casa, para poder ir andando. Su hijo Carlos es el anfitrión de nuestra vista. También arquitecto, recuerda: "En Madrid entonces no había bloques de oficinas propiamente dichos; la gente utilizaba los de viviendas y los arreglaba; solo corporaciones americanas hicieron edificios ad hoc. Fue dar un salto de treinta años respecto de lo que había en España en aquel entonces; parecía Estados Unidos en cuanto a estética, organización, medios para trabajar..."
Sede propia
En 1963, Antonio toma una decisión: quiere el mejor estudio de España. Un viaje a Japón condicionará el resultado final. "Le empezó a apasionar la cultura oriental y la arquitectura de esos templos minimalistas y decidió cambiar muchas cosas de la decoración, tanto del estudio como de nuestra vivienda", recuerda su hijo en el artículo. Una de las decisiones que tomó fue que todo el mundo que trabajara allí llevara bata blanca. Él acudía al despacho todos los días del año, y hasta cuando estaba solo se ponía la suya.
El despacho funcionaba con rigor japonés y, en los años setenta y ochenta, llegaron a trabajar cincuenta personas. Lo había conseguido: su estudio se había convertido en el más grande del país. Había hasta un bar. "A las doce de la mañana, un camarero pasaba preguntando a todo el mundo qué quería tomar y a las 12:30 servía un aperitivo con su carrito", comparte Carlos.
El despacho de Antonio Lamela era y es exquisito, preservado intacto por Carlos, que fue quien lo heredó. Con los tres ventanales en perpendicular a la fachada para captar la luz, pero sin que entrase el sol, algo que da carácter a la apariencia del edificio, se accedía a él por dos puertas: una desde el estudio para los trabajadores y otra para clientes desde la recepción, ambas con sendos semáforos autorizando el paso al sanctasanctórum. En este estuche panelado de roble (incluso su pequeño aseo privado), muebles perimetrales para almacenar revestidos de cordobán.
O'Donnell estuvo en funcionamiento como estudio de arquitectura hasta 2008, cuando Carlos lo trasladó a Arroyo del Santo. Antonio Lamela pasó en este espacio cincuenta años justos, de 1966 a 2016, salvo viajes y veraneos. Concha Esteban, que había entrado como arquitecta para seguir proyectos, se convirtió en su mano derecha durante esos años. Ahora, ella y Carlos trabajan archivando, clasificando y explorando material para varios proyectos con vistas al centenario del nacimiento de Lamela padre, en 2026.