La pandemia ha evidenciado las deficiencias que acusan muchas de las casas españolas en materia de eficiencia energética, calidad del ambiente interior y rigor en el uso de materiales. Y ello ha conducido a reivindicar modelos de construcción alternativa. Uno de ellos son las casas prefabricadas. Y otro es el estándar Passivhaus, desarrollado hace tres décadas por el físico y astrónomo alemán Wolfgang Feist. Suya fue la primera casa pasiva del mundo, construida en 1991 en Darmstadt, Alemania. Con ella consiguió reducir cerca de un 90% el consumo energético, y sentó las bases para un estándar de referencia a nivel mundial.
Según la Plataforma de Edificación Passivhaus, en los últimos dos años se ha certificado en España la misma superficie de construcciones pasivas que en los ocho anteriores, y la cifra se duplicará en los dos próximos años. Actualmente hay en nuestro país más de 158.000 metros cuadrados certificados repartidos en 150 proyectos. La previsión para los próximos dos años es alcanzar más de 387.000 metros y 307 inmuebles.
La eficiencia inherente al estándar Passivhaus puede incrementarse aun más si se combina con las casas prefabricadas, que aboga por un tipo de construcción rápida, precisa y sin residuos. En España, aunque la construcción modular con madera no goza todavía de la tradición e implantación del norte de Europa, donde hay una amplia disponibilidad de materia prima gracias a la abundancia de explotaciones forestales sostenibles, comienza a haber empresas que apuestan por este material para construir casas prefabricadas de madera y pasivas con una mínima huella ambiental, un mínimo impacto en el bolsillo de sus habitantes y los más elevados estándares de confort ambiental.