Este orgullo de edificio, que acabó de construirse en 2018, es resultado de un complejo y dilatado proceso de proyecto, siendo solo una de las partes del plan de ordenación que se inicia a partir de un concurso público en 2004 para la revitalización del margen derecho del río Nervión. Razones derivadas de la crisis económica que atravesó el país ralentizó un proceso que continuaba, después de la aprobación de la normativa urbanística que regularía el nuevo plan urbano, con la convocatoria del concurso en 2010 de dos de las siete torres contempladas en el plan para albergar, en total, más de 1100 viviendas de protección oficial.
Aunque lograr el reconocimiento Passivhaus no era un objetivo de partida en el proyecto con el que VArquitectos ganó este concurso, sucesivas modificaciones del plan urbano, como la no realización de la central energética propuesta para el desarrollo urbano, llevó al equipo a plantear la adaptación del proyecto al estándar de sostenibilidad energética más exigente del mercado, el certificado Passsivhaus, para poder cumplir con los requisitos que, en cuanto a comportamiento energético, se exigía a los edificios del nuevo plan.
El ajustado presupuesto llevó a los arquitectos, y su equipo de trabajo, a desarrollar multitud de detalles y soluciones constructivas basadas en técnicas tradicionales, evitando el empleo de soluciones estandarizadas que son siempre más caras. Es importante destacar que con las mejoras implementadas en el proyecto de la Torre Bouleta, se consiguió mejorar en un 80% la eficiencia energética sobre el proyecto inicial (que ya cumplía la normativa vigente) mientras que tan solo han supuesto un sobrecosto del 3% del proyecto de ejecución material.
Algunas de las medidas para contribuir a la sostenibilidad global de la propuesta pasan por decisiones tan elementales como la elección de materiales de larga vida útil, igual que la del edificio, para evitar tener que llevar a cabo reemplazamientos de piezas o tareas de renovación.
El cerramiento es sin duda una de las claves del edificio, tanto en su comportamiento energético como su identidad estética. Por una parte, todo el acabado de la fachada está resuelto con la repetición de una única pieza de aluminio que juega con el sentido de su inclinación y con la relación de los huecos de ventana para dotar de dinamismo a la composición. Los colores de estas piezas de fachada hacen referencia al pasado industrial de la zona; el negro de una de las torres sugiere el carbón usado en la industria pesada de la región por más de 250 años, mientras que el marrón de la otra torre, evoca el acero que se lograba en los grandes hornos. Por otra, la envolvente térmica se plantea por el exterior, y bajo estas piezas, con un aislamiento continuo de lana de roca que se engorda hasta los 10cm.
En relación a la fachada, es especialmente relevante la atención a la hermeticidad del edificio y la eliminación, o reducción al máximo, de los puentes térmicos para garantizar la correcta renovación del aire y minimizar las pérdidas energéticas. A ello contribuye la elección de carpinterías con altas prestaciones y vidrios de triple cámara y, también, el sistema de Ventilación planteado con recuperación de calor, mediante el cual, un recuperador de alta eficiencia permitirá introducir aire limpio del exterior, recuperando hasta el 90% del calor del aire viciado interior.
La torre es un gran ejemplo de cómo lograr la máxima sostenibilidad en la arquitectura no pasa por gastos elevados en última tecnología sino que debe comenzar por mirar a la sabiduría tradicional y una cuidada atención a criterios de diseño empleados desde hace mucho tiempo en la arquitectura.