El auge de la construcción ecológica está sacando del ostracismo materiales tradicionales de probadas cualidades que un mal entendido concepto de modernidad había dejado de lado, asociándolos a una arquitectura rudimentaria, ajena a las necesidades de una sociedad avanzada y masificada. Olvidamos que un monumento tan magnífico como la Alhambra de Granada, construida con adobe, sigue en pie tras más de mil años, o que edificios de la época medieval todavía se mantienen en buen estado gracias a sus revestimientos de cal hidráulica.
El adobe, uno de los materiales de construcción más antiguos, vuelve a ser valorado en la actualidad porque utiliza tierra de la zona amasada con paja u otras fibras vegetales, todas ellas materias primas abundantes y próximas al lugar de construcción, y porque es fácil de fabricar con un coste reducido. Los sistemas modernos de elaboración de adobes, con prensas mecanizadas, facilitan y simplifican el proceso de elaboración y permiten obtener adobes de gran calidad y bloques de tierra estabilizada de gran resistencia.
Por su parte, la cal hidráulica, procedente de rocas arcillosas y ricas en sílice y alúmina, se ha utilizado desde la Antigüedad como ligante de morteros, revestimientos y pinturas. Se trata de un material poroso y altamente transpirable que permite un buen intercambio de vapor de agua entre el interior y el exterior, consiguiendo que las paredes “respiren” sin perder las propiedades de aislamiento térmico. Además, al no contener aditivos no emite contaminantes orgánicos volátiles al ambiente, por lo que contribuye a garantizar una calidad del aire interior óptima.
Otros materiales que viven una segunda “juventud” son la paja y la arcilla. La primera destaca por sus propiedades como excelente aislante térmico y su buen comportamiento de resistencia al fuego. Al igual que la madera, la paja es un recurso vegetal que absorbe CO2. Además procede del aprovechamiento de un subproducto agrícola, por lo que no obliga a erosionar el terreno. La arcilla, presente en recubrimientos ecológicos para interiores, también posee buenas propiedades ignífugas y de regulación de la humedad, permitiendo que las estancias sean más cálidas en invierno y más frescas en verano. Por eso se recomienda para las habitaciones de los más pequeños ya que no afecta a sus mucosas.
La innovación tecnológica está reformulando materiales y formatos conocidos con el objetivo de lograr productos más ecológicos. bioMason es un biocemento creado a partir de bacterias y microorganismos. Se produce a temperatura ambiente, sin necesidad de fundirse en hornos, con el consecuente ahorro de energía. Por su parte, el Fraunhofer Institute for Chemical Technology (ICT) ha desarrollado madera “líquida” –conocida también como plástico natural– a base de lignina –subproducto de la industria papelera– mezclada con lino, resinas, fibras, ceras y aditivos naturales. Por último, investigadores de la Universidad de Jaén están desarrollando un prototipo de ladrillo a base de una mezcla de arcilla con residuos de celulosa. El resultado es un producto resistente, con cualidades aislantes, económico y respetuoso con el medio ambiente.
Todos estos materiales se suman a otros naturales que siempre han estado presentes en la construcción –madera, piedra y cerámica–, y cuya modernidad e idoneidad para la arquitectura y el interiorismo contemporáneos quedan fuera de toda duda a la luz de los nuevos diseños y posibilidades de aplicación. Y siempre, sin perder de vista el objetivo principal: contribuir a una arquitectura bella, asequible, saludable y amiga del planeta.