Tan interesante como los asombrosos efectos en el espectador de sus paisajes urbanos abstractos es la laboriosa técnica que utiliza el artista británico Jason Anderson para lograrlos. Un trabajo de artista y de artesano, ya que Anderson se inició como aprendiz de vidriero, y ese trabajo le enseñó a cortar, engarzar y asociar fragmentos de color: un puzzle de secciones cromáticamente combinadas. Traslada luego esta experiencia a la pintura, disponiendo los diferentes elementos en una composición de bloques de matices combinados de manera diversa. Trabaja con espátula, para marcar las fronteras cromáticas.
"Me fascina el color. Y uso una paleta fuerte, para provocar un efecto de empaste profundo en el lienzo", explica Anderson, y en ese gesto vigoroso con la espátula y en la confianza en la pintura fuertemente empastada recuerda a Nicolas de Stael, aquel gran pintor ruso afincado en Francia. Y también lo recuerda en su evolución del paisaje figurativo a la expresividad geométrica y abstracta. Cada artista trabaja con las imágenes de su tiempo, y Jason Anderson aplica un cúmulo de técnicas artísticas y artesanales heredadas al paisaje urbano de hoy, fragmentando y distorsionando rascacielos, centros comerciales, carreteras, puentes y puertos deportivos, en un caleidoscopio de tonos pastel.
La visión de escenarios urbanos "de-construidos" en fragmentos de formas geométricas y de color (aquello que aprendió como vidriero) tienen poder cinético; poseen dinamismo, movimiento, vibración. Y producen un festival óptico, ya que ofrecen experiencias múltiples, o al menos dobles. De cerca, vemos composiciones abstractas; a medida que nos alejamos, el dinamismo de su líneas rearma los escenarios. Pero, si el espectador sigue su instinto y espera, comprobará que, cuanto más mira las obras, las reconoce más abstractas. "Este enfoque crea una pintura que, como el paisaje, cambia constantemente. Así que, mientras te mueves por la habitación y según la luz que capten las líneas de la pintura, verás una nueva disposición de formas", dice Jason Anderson. Sus pinturas, como la ciudad pintada, late con ritmos distintos de luz y movimiento.