Diego Sampere (Barcelona, 1988) es uno de esos jóvenes entusiastas –y tan necesarios– que han visto en la tradición artesana un vehículo para expresar su creatividad y de paso mantener viva una actividad, la de ceramista, que lejos de languidecer como algo obsoleto tiene todavía mucho que aportar dándole un giro actual. Graduado como diseñador industrial en la prestigiosa escuela Eina de su ciudad natal, y con un Máster en Diseño Sostenible por el IED, el gres le llamó la atención desde el principio. "Básicamente porque es un material muy maleable, que te permite crear cualquier forma a través de tus propias manos", apunta.
Mirada mediterránea
Fundó su empresa en la Ciudad Condal en 2015, pero en 2019 la trasladó a La Bisbal d’Empordà, la población gerundense en la que pervive el oficio gracias al tesón de un puñado de firmas y artesanos. Un cambio con el que también quiso resaltar la cercanía del Mediterráneo, una de sus mayores influencias. El lugar donde instaló su taller tenía pedigrí, porque anteriormente había sido una tienda de cerámica. En sus 250 m2 se lleva a cabo todo el proceso de producción, desde la conceptualización, pasando por la elaboración de las piezas, hasta la comercialización, con un espacio para venta en la parte anterior que se prolonga en su tienda online.
La manufactura utiliza la tecnología para crear prototipos, buscar nuevos materiales más sostenibles o medir la resistencia de los mismos, pero al mismo tiempo el taller fabrica todo a mano, respetando la tradición de los talleres artesanos. "Seleccionamos un gres de máxima calidad. Trabajamos tanto con gres líquido como sólido, y el proceso de preparación es diferente según sea uno u otro –comenta Diego–. Para el líquido, lo mezclamos con agua hasta conseguir la densidad ideal. Por su parte, el sólido lo pasamos por una extrusora para homogeneizar el cuerpo y eliminar las partículas de aire".
Paso a paso
Moldeado, pulido y esponjado, secado, primera hornada a 1.000 grados, esmaltado, segunda hornada a 1.260 grados, alisado... Cada pieza que nace en Cerámica Sampere lleva su tiempo, y en todo el proceso las manos de los operarios son la herramienta fundamental. Seguir la tradición no significa limitarse a reproducir una misma carta de tonalidades y acabados: "Siempre estamos probando nuevos colores. Elegir un nuevo esmalte tarda unos seis meses ya que requiere mucha prueba y error para conseguir tonos únicos y que sean estables".
Con esta curiosidad incansable, Cerámica Sampere ha conseguido la fusión perfecta entre tradición y vanguardia y logrado que sus objetos luzcan en los espacios gastronómicos más reputados, y también en las mesas de quienes aprecian el valor del trabajo pausado.