"Recojo la forma primitiva, la que da el torno. Así, mis obras se emparentan con las cerámicas primitivas de todos los países y todas las civilizaciones, y de mí no tienen sino el haber salido de mis manos. Mi trabajo inventivo y personal está en los esmaltes y los colores: aquí sí que busco lo nuevo", contaba Josep Llorens Artigas (Barcelona, 1892-1980), considerado el gran renovador de la cerámica de autor en nuestro país y un nombre clave en Occidente. Siempre y con carácter de exclusividad le fue fiel a la arcilla; mejor dicho, al gres. Artigas lo fue despojando poco a poco de toda decoración innecesaria para quedarse con formas purísimas revestidas de esmaltados poéticos que parecen nubes en movimiento y que requieren de la sabiduría de una vida.
Elección personal
Artigas estudió primero comercio y entró a trabajar en 1907 como contable. En 1915, su vocación le llevó a la Escuela Superior de Bells Oficis de su ciudad, donde ganó una beca en un París en plena ebullición de las vanguardias. Durante estos primeros años sobre todo pinta y dibuja. Pero en Bells Oficis había recibido una buena formación en técnica cerámica y sus frecuentes estancias en la capital francesa coinciden con un resurgimiento de este hacer con nombres como Delaherche, Bigot o Lenoble. En este campo no solo fue hacedor, también pensador: durante los años veinte escribió una tesis doctoral para La Sorbona sobre esmaltes en el antiguo Egipto, colaboró en cine con Dalí y Buñuel en El perro andaluz y La edad de oro y con Raoul Dufy realizando piezas conjuntas.
A principios de los años treinta su ideario estético está ya maduro. En 1941 se instala permanentemente en Barcelona, monta su taller en la calle Juli Verne y comienza a dar clase como profesor en la Escola Massana.Poco después inaugura una colaboración con Miró que se extenderá durante décadas. Una masía del siglo XVIII en Gallifa (Barcelona), hoy sede de su fundación, es desde los años cincuenta su centro de operaciones, de donde salen murales para la sede de la Unesco en París, la Universidad de Harvard, el Museo Guggenheim de Nueva York o el aeropuerto de Barcelona. Su legado: una nueva forma de entender la disciplina, varias obras técnicas explicando su método y dos hijos artistas, Mariette y Joan Gardy Artigas, también ceramistas que mantienen viva su importancia y su memoria.