Si el Coliseo romano hablara, diría que le debe parte de su fama al travertino. Sus 560 pilares, realizados con este fabuloso material, son los responsables de ese color dorado que admiramos desde hace casi 2.000 años. A lo largo y ancho del planeta y de la historia (se extrae de canteras en Italia, Alemania, Turquía e Irán), esta piedra caliza ha fascinado a arquitectos y diseñadores, que lo han utilizado a discreción desde que el mundo es mundo.
¿Por qué el travertino es diferente de sus hermanos minerales, como el Macael o el Portoro?
En primer lugar, su versatilidad como material de construcción, que lo hace ideal para su uso en elementos arquitectónicos y ornamentales. Mies lo sabía, y por eso decidió forrar el pabellón de Alemania en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 con él, convirtiendo sus características vetas en el santo y seña del ideal moderno. En las décadas siguientes su uso se extendió como símbolo de opulencia y lujo, como un "malentendido" decorativo que derivó en el estilo Hollywood Regency, un pastiche maximalista que, quizás, aportaba poco más que diversión a los espacios.
El travertino en manos de maestros
En los años setenta se volvió a poner de moda en Italia, pero con otros usos y costumbres, como los muebles de Angelo Mangiarotti o de Mario Bellini, quienes supieron darle plasticidad y experimentar con sus cualidades. En los años noventa fue carne de interiores yuppies e imperó en forma de mesita de centro en los salones de la clase media hasta que perdió poder prescriptivo. La decoración es así de veleidosa. Ahora, pulido, abujardado, mate, en bruto o envejecido, el lapis Tiburtinus ("piedra de Tivoli", donde está una de sus más antiguas canteras) vuelve a reinar entronizado por primeros espadas como Chipperfield o Foster + Partners, en tiendas que parecen museos (como la nueva flagship de Apple de estos últimos en Estambul) y en museos que hacen las veces de templos contemporáneos (inolvidable el museo Jumex de Chipperfield en Ciudad de México).
No son los únicos que han sucumbido a su hechizo. Nuevos nombres, como Matteo Ferrari en la Casa Olivar o Febrero Studio en la Casa MS7 también lo emplean en sus proyectos residenciales. "La paradoja del travertino es que las imperfecciones de su porosidad son precisamente una de las cuali- dades que lo hacen más atractivo y versátil", afirma sobre este material Jesús Díaz Osuna, cofundador de Febrero Studio.
La belleza imperecedera del mármol travertino
Con el nuevo milenio, mesas y sillas reconvertidas en esculturas monolíticas elevan hasta el paroxismo la riqueza de las texturas terrosas del travertino. Pero también llega al gran consumo de la mano de editoras comerciales en pequeños muebles o accesorios (hasta los escandinavos la practican), y es el elegido en baños y cocinas modernas, pero con vocación de perdurar, gracias a los tratamientos con resinas de poliéster, que sellan su característica porosidad sin alterar su color y textura.
No hace tanto, el arquitecto Campo Baeza lo trajo de regreso a dominios romanos, a Cádiz. Quién le iba a decir al travertino que acabaría convertido en camarada de su enemigo atávico, el agua, y que juntos acabarían contemplando atardeceres atlánticos desde la piscina de la Casa del Infinito. Cuando los demás ya no estemos, él seguirá aquí, viviendo su mejor momento más allá de modas. Nunca una piedra tuvo tanta vida.