Cuando se lanza a describir el estilo de este piso en el barrio madrileño de Chambierí, la arquitecta e interiorista Lourdes Martínez Nieto elige una palabra muy concreta: cool. "Es un adjetivo que no se usa mucho en España, pero es que esta casa tiene chispa. No se limita a ser acogedora, tranquila y equilibrada, también tiene carácter". Los propietarios, una pareja joven, buscaban eliminar su vetusta imagen muy compartimentada, con techos bajos y una distribución desactualizada.
Así, Martínez Nieto ha replanteado los 130 metros cuadrados: en un extremo se sitúa la zona privada con sus tres dormitorios y, al otro, la de usos comunes abierta. "Nos gustaba la idea de espacio compartido, diáfano, en el que la cocina se abra al salón y donde se pueda vivir conjuntamente", cuenta la arquitecta.
Con la reformulación se ha fomentado el paso de la luz y la sensación de amplitud a través de diferentes estrategias. Desde la habitación principal se puede apreciar todo el recorrido de la vivienda de un solo vistazo y, en las zonas públicas, se ha dado a los techos una altura de más de tres metros y se les ha dotado de molduras nuevas acorde con donde está: un edificio con solera de los años treinta.
También se han conservado elementos originales como sus ventanas de madera con vidrio acanalado, las fallebas de latón, un pilar visto de acero o los radiadores de hierro, que se han rehabilitado para generar una convivencia con los elementos nuevos, geométricos y de líneas puras salidos de la mente de Lourdes. "En conjunto viven en armonía y generan un equilibrio que hace que sea acogedora y elegante, sin caer en lo frío o clásico", resalta.
En el interiorismo, Martínez Nieto también se ha encargado de dar su propio toque jugando con los materiales y los tonos oscuros para crear piezas de mobiliario personalizadas. Esto es especialmente evidente en el salón, donde, en la zona de televisión, reina un gran mueble a medida integrado en la pared con estanterías.
Sus puertas correderas de nogal oscuro y su base de color grafito encuentran su réplica en el otro extremo del espacio, la cocina, donde encimera y pared se han revestido con mármol Arabescato blanco y los armarios están diseñados en un tono oscuro. "Creo que esos dos extremos son los que dotan de más fuerza al proyecto. El negro es un color que uso casi siempre porque me gusta que los espacios no sean demasiado neutros. Y creo que en este caso se ha logrado", concluye la autora.