Ante el laborioso entramado de las vigas de roble, uno se pregunta qué mejor ornamento podría tener este espacio que fue originariamente un granero. El propietario lo compró cuando ya había sido reformado varias veces, con la intención de desnudar su estructura y arrancar la reforma a partir de ese gesto restaurador. Asumió el proyecto de rehabilitación Luke McLaren, del estudio inglés McLaren Excell. Arquitectos y propietario conversaron largamente. Convinieron una estrategia para crear una serie de huecos que iluminaran espacios abiertos, en ambas plantas. Una sensibilidad escandinava daría calma al diseño interior. El granero se acomodaría (y sería una buena forma de renacer, pensaron) a una nueva manera de vivir, con imágenes de arte y música clásica y libros. Pero bajo la presencia poderosa y protectora del tejido de vigas, que el proyecto ha redescubierto y reivindicado desde el punto de vista formal.

Un sentido de la flexibilidad ha articulado y dinamizado las distintas zonas de la vivienda y sus comunicaciones, adaptándose al alojamiento de varios huéspedes o a servir de serena compañía ambiental a un único ocupante. En el salón, el hogar ha sido concebido como un gigantesco objeto escultural, una composición masiva de bloques de piedra caliza en la base y ladrillos rústicos en la chimenea. Simplicidad y sobriedad arman la escena contemporánea en el antiguo granero. Sensación de solidez y de calma. Tonalidades hueso y grises. Lo sobrio se acerca a lo delicado, más que a lo severo. Tapicería de lino y pavimento claro, que hace que los objetos parezcan levitar por encima de esa superficie límpida, en contraste con el abigarrado tejido de vigas.

La escalera de acero negro, con una textura rugosa tratada con una pátina de ese mismo material, adquiere una presencia rotunda, en este universo atemperado. La contemporaneidad presenta –con ese objeto lineal, inclinado y fuerte– su aporte formal a la estructura de madera que el proyecto ha rescatado y expuesto. El roble de las vigas es más oscuro que el resto de los elementos de ese mismo material. Y el gris de la escalera también es más oscuro y más intenso que el tapizado de una butaca, que aquella manta de lana, que estos cojines o que el fondo de ese cuadro.

Se ha establecido una sintaxis, un ordenamiento de escalas y de sugerencias, entre el poderío de las vigas de roble y el de la escalera de acero, creando entre esos símbolos uno del pasado y otro del presente, un sostén y una envoltura para este hábitat de tenue calma escandinava. Pero este universo moderno nacido en un granero tiene un exterior: un jardín decimonónico en tierras de la verde Inglaterra.