Lo primero fue un residuo: la cáscara de un cacahuete. El arquitecto Javier Senosiain fijó su atención en su geometría leñosa con dos espacios ovales que alojan las semillas y un estrecho boquete que los comunica. Luego analizó la manera de adaptar esta configuración a las necesidades de una vivienda horadada en Naucalpan (México) manteniendo la duna de tierra, hierba, árboles y matorrales que cubren la Casa Orgánica y le regalan confort térmico. Para resolver la necesidad de luz natural aprovechó la orografía emplazando dos generosos ventanales ondulados en los extremos: uno situado en la entrada, que sirve de espacio de convivencia y alberga la cocina y el comedor, y otro en el área nocturna, con dormitorio, vestidor y baño. En el núcleo central, la claridad se cuela a través de lucernarios estratégicos en desnivel. El interior evoca ilusiones poéticas: el seno materno, la idea del iglú, los brazos de una madre acurrucando a su bebé... No obstante, la clave estructural es forzosamente prosaica: ferrocemento. Un fino mortero con malla de acero que antes de fraguar se trabaja como la plastilina. Es liviano, flexible, de una dureza extraordinaria y apenas precisa mantenimiento. La prueba es que 36 años después de su construcción ha servido de impecable plató para la colección Primavera 2020 de la firma de moda Vince.
La Casa Orgánica de Senosiain supone el culmen de la arquitectura orgánica u organicismo arquitectónico que ha definido la obra de este arquitecto mexicano. Él afirmó que “el ser humano no debe desprenderse de sus impulsos primigenios, de su ser biológico. Debe recordar que él mismo proviene de un principio natural y que la búsqueda de su morada no puede desligarse de sus raíces; es decir, debe evitar que su hábitat sea antinatural”. El empeño de integrar el hábitat en el entorno natural no es nuevo, y ha encontrado otros ilustres defensores. Frank Lloyd Wright –una de las influencias reconocidas por el propio Senosiain– lo hizo con audacia en la Casa de la Cascada. Gustav Stickley, Erik Gunnar Asplund y Alvar Aalto, entre muchos otros, también promovieron la armonía con el paisaje. De manera genial, pero sin desviarse un ápice del esquema racionalista. La obra residencial de Gaudí, aunque urbana, es otro referente claro para Senosiain. Ambos proscriben la línea recta y conciben la casa como una escultura habitable. A partir del racionalismo, del que deriva, el estilo orgánico ha procurado aportar nuevos valores a la arquitectura. En esencia, establece que la atención del arquitecto no debe limitarse a la envolvente del espacio, sino también a las pulsiones vitales del hombre y su relación con la naturaleza, y la obra de Senosiain es un magnífico ejemplo de ello.